
Quisiera seguir siendo ese poeta iluso
Un sudario esparcido por el planeta no puede acunar
los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos,
y mis manos se pierden en mentiras,
en aciagas peleas baladíes
contra mis otras manos.
Es como si el planeta hubiera iniciado
un rito funeral en que todos los jinetes apocalípticos
decidieron picar espuelas a sus monturas:
y sólo es necesario que echemos las pupilas
sobre cualquier portada de un periódico.
No es mi deseo ser vocero de la muerte,
ni aprendiz de profeta de catástrofes y destrucciones,
quisiera seguir siendo ese poeta iluso
que persigue el acento de la sexta
en mitad de un ocaso insuperable,
pero hoy no me es posible,
ni un sudario esparcido por el planeta puede acunar
los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos.
Ante esto, mis metáforas, las que hoy había comprado,
han decidido ahorcarse,
sobre el teclado negro de mi equipo
(y tampoco es metáfora el color citado).
Sólo tengo esqueletos y sufrimiento sobre los dedos
y una mirada turbia por las lágrimas
que no podrán limpiar la carne tumefacta.
Mientras tanto las voces se columpian en discursos
que sólo se preocupan por el nikei y por el petróleo
y sólo importa el PIB
de la Isla aunque sus vivos se suiciden,
y hablan de dictadores
enviando aviones de combate y sangre, mientras
ni un sudario esparcido por el planeta puede acunar
los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos.
Amando Carabias- España
2 comentarios:
Sigue siendo un placer ver cómo la poesía (o la bloguesía como alguno dice ya) se preocupa por el ser humano y el dolor que lo derrumba. Y sigue siendo un placer colaborar con esta iniciativa.
Apreciado Amando, tu poema es certero, preciso, reflexivo, inquietante.
Todo él lleno de verdad, todo él lleno de dolor. Este dolor que llevamos por el estado del mundo. Ya no es posible mirar al jardín de las rosas, los pájaros o sentir el romance, sin más. Miremos donde miremos la desolación, el horror, la violencia, están en todas partes. Ya sólo queda escribir desde nuestro corazón que pide transformación a gritos.
Con un abrazo solidario
Ana
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