27 de marzo de 2011

SOY EL SAHARA


SAHARA © Mayte Sánchez Sempere, 1995





Soy el Sahara

Seré guerra
y cuando sea necesario, seré paz.
seré la paz de la guerra
y el límite entre ambos
lo marcaré yo.

Que no vuelvan a llamarme fanfarrona,
que no vuelva ningún ministro
a provocarme,
que durante los años de mi tragedia,
ya le derribé algunos muros
y logré hacer caer sus falsos estandartes.

No hay gobierno usurpador,
ni cruel,
ni rey tan soberano
que pueda mirarme a los ojos,
y negarme que es culpable.
No podrá porque no ha olvidado
las veces que le he enfrentado,
le he descubierto y ganado.

Mírame bien,
porque el timón está en mis manos,
y el viento sopla a mi favor,
no seré yo la que tema,
no seré yo la que pierda,
ni oirás mis palabras en vano.

Ya soy vieja,
treinta y cuatro años han pasado
pisando mi cuerpo,
bajo metros de tierra enterrado.
Más de treinta años han dejado
en mi boca sabores amargos,
algunos ya no los siento,
otros se han vuelto brazos,
de líderes desconocidos,
de mujeres en esperanza,
brazos de mártires que vuelven
extendidos a la superficie,
acudiendo a mi llamada,
al de esta vieja que soy yo,
y que ahora vuelve joven
y renovada.

Que no me llamen fanfarrona,
porque mis hijos le responden,
que mi voz no es una sola,
soy el Sáhara,

ESCUCHA BIEN MI NOMBRE.


Salka Embarek
República Saharaui


_______________________________________

Salka Embarek
República Saharaui
Esta joven, de padre saharaui y madre canaria, se ha dedicado los últimos tres años a recabar información sobre la situación que viven los presos políticos y los ciudadanos saharauis en los “territorios ocupados” por Marruecos. Y lo ha hecho “in situ”, entrevistándose con ellos «clandestinamente», por lo que habla con conocimiento de causa. «La humillación es constante. En El Aaiún incluso a los niños pequeños que van al colegio La Paz a aprender español los marroquíes les insultan y les escupen por la calle», afirma, para acto seguido relatar el caso de una mujer de 60 años, «que fue encarcelada y torturada por manifestarse pacíficamente porque a su nieto le habían dado una paliza por pedir la autodeterminación del Sahara». «Eso ocurrió hace tan solo unos meses y ni España ni el mundo hace nada», reitera su lamento con voz pausada.

En su última visita a los “territorios ocupados”, Salka Embarek tuvo la oportunidad de hablar con Mohamed Daddach, «el preso político más antiguo del mundo» y al que «Marruecos tuvo que soltar debido a la presión de Amnistía Internacional». Ahora, dice, «es como si viviera en la cárcel pero al aire libre». «Su cuerpo está completamente destrozado, nunca tuvo asistencia médica y no entendemos cómo puede estar vivo porque sufrió heridas muy graves», añade, tras recordar cómo en una ocasión, en un intento fallido de huída, se llegó a «cortar las venas porque no podía soportar el hecho de volver otra vez a la cárcel a sufrir las mismas condiciones».

«Prohibido trabajar»

Aunque no quiere desvelar su nombre, porque «ha sufrido mucho y está en una situación de pánico», esta joven saharaui también se hace eco de la historia de un hombre «con estudios realizados en universidades españolas que, al regresar a los territorios ocupados, ya no pudo salir». «Le han machacado literalmente las manos, que eran su arma de trabajo, y vive en una casita de adobe, con su mujer y sus tres hijos, gracias a la caridad de otros saharauis que le ayudan de forma clandestina. Se le prohíbe salir del país y se le prohíbe trabajar y eso está pasando ahora mismo, a 45 minutos de España», insiste en un último intento de aproximar una realidad que, para el común de los mortales, sabe lejana.

Aunque no quiere desvelar su nombre, porque «ha sufrido mucho y está en una situación de pánico», esta joven saharaui también se hace eco de la historia de un hombre «con estudios realizados en universidades españolas que, al regresar a los territorios ocupados, ya no pudo salir». «Le han machacado literalmente las manos, que eran su arma de trabajo, y vive en una casita de adobe, con su mujer y sus tres hijos, gracias a la caridad de otros saharauis que le ayudan de forma clandestina. Se le prohíbe salir del país y se le prohíbe trabajar y eso está pasando ahora mismo, a 45 minutos de España», insiste en un último intento de aproximar una realidad que, para el común de los mortales, sabe lejana.

«La posición socialista es muy ambigua»

«Felipe González juró que cuando llegara al poder el Sahara tendría su independencia y todo se quedó en agua de borrajas. Cuando llegó el PP al Gobierno tampoco es que hiciera demasiado, pero por lo menos, en la ONU, su posición era clara, porque ahora la posición socialista es muy ambigua. Se inclina por Marruecos, al mismo tiempo sabe que la sociedad española está con el pueblo saharaui y entonces tampoco puede dejar muy claras sus intenciones con Marruecos porque le pasaría como con la guerra de Irak».

«El Plan Baker no es la solución ideal»

«El Plan Baker no es la solución ideal para el Sahara porque estipula cinco años de autonomía, siendo Marruecos el poder central, y después la celebración de un referéndum. El Frente Polisario, no obstante, lo aprobó porque sabe que, aunque pasen cinco o diez años, los saharauis seguirán pidiendo su autodeterminación».


«La única salida que se ve son las armas»

«Marruecos se niega a cumplir la legalidad internacional y como la ONU espera una cuerdo, eso se ha aletargado hasta hoy en día. Aunque ya hay casi 60 países que reconocen a la República Árabe Saharaui Democrática, todavía queda mucho camino por recorrer y la única salida que ahora mismo está viendo el Frente Polisario es volver a las armas».

«No hay radicales islamistas saharauis»

«En caso de que los saharauis fueran a la guerra, irían contra Marruecos, ese país que los lleva oprimiendo durante 30 años y que les ha robado su casa, su tierra y todo. No van a ir a una guerra contra ningún otro país, ni en el pueblo saharaui existen radicales islamistas».

«Periodistas, activistas y abogados han sido retenidos, registrados e interrogados»

Salka Embarek asegura haber sufrido «el acoso del sistema policial» marroquí en sus propias carnes. De hecho, en su último viaje a El Aaiún, hace unos meses, fue «retenida» sin recibir «ninguna explicación lógica» y la «persecución por parte de la policía», dice, fue «constante», incluso «dentro de una vivienda particular donde me encontraba almorzando con unos amigos». Por eso, a esta activista de Derechos Humanos no le sorprende que Marruecos haya impedido recientemente acceder al Sahara Occidental a sendas delegaciones de políticos, representantes de organizaciones no gubernamentales y periodistas.

«Este caso no es algo nuevo, ni aislado. Durante años, decenas de abogados, periodistas, activistas de Derechos Humanos y representantes de distintas ONG han sido retenidos, interrogados y registrados tanto a la llegada como a la salida del Sahara Occidental. Algunos de ellos incluso fueron metidos en avionetas y trasladados a distintas ciudades de Marruecos con el fin de angustiarlos y presionarlos sicológicamente hasta su regreso a España», explica para dejar constancia de que las restricciones de visitas a los “territorios ocupados” dadas a conocer en las últimas semanas no son hechos excepcionales.

Tras reiterar que «en los últimos cinco años estas prácticas represivas y de distorsión han sido constantes», Salka Embarek recuerda el caso de «dos periodistas noruegos que fueron interrogados durante horas y obligados a entrevistar a personajes de la política marroquí en territorio saharaui. Se les prohibió el acceso a la información y a reunirse con representantes de la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental)», añade.

«Sin apoyo del Gobierno español»

Consciente de todas estas dificultades, sus encuentros con saharauis en El Aaiún siempre se han desarrollado de «forma clandestina». «Si cuento como lo hago, parece una película americana», bromea, pero su leve sonrisa se borra al instante. «En la última ocasión ya me cogieron y tuve más problemas». Tras su paso por los campamentos de refugiados, en Tindouf, Salka Embarek lo tendrá aún más complicado. «Al tener el sello de “Bienvenido a Argelia” ya no me van a dejar entrar con este pasaporte. Tendré que dejar pasar mucho tiempo, sacar uno nuevo y eso ellos lo saben. Lo más probable es que intente llegar y no me dejen bajar del avión», vaticina, al tiempo que denuncia que «no tenemos mucho apoyo del Gobierno español, siendo ciudadanos españoles, por lo menos de pasaporte».

Acto seguido, no duda en exigir responsabilidades. «Si nos sorprende que las delegaciones españolas sean retenidas en el avión, más nos debería sorprender que nuestro ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, abrace tan amistosamente a su homólogo marroquí, Mohamed Benaissa, cuando un grupo de españoles está siendo expulsado ilegalmente de un territorio que aún, quiera el Gobierno español o no, sigue estando bajo su administración, porque nunca se ha producido el proceso de descolonización», recuerda para refrescar la memoria a los responsables.

«Nos han obligado a ser argelinos, mauritanos y españoles. ¿Cuándo vamos a poder ser saharauis?»

Cuando los más de 300.000 marroquíes que participaron en la Marcha Verde cruzaron la frontera del Sahara Occidental, en noviembre de 1975, Salka Embarek vivía en El Aaiún. Entonces apenas era una niña, pero cuenta los acontecimientos que se desencadenaron en primera persona, tal y como se los relató su padre. «Cuando entró la Marcha Verde pensábamos que era una situación provisional y que España actuaría porque así se lo había prometido a los saharauis, pero los saharauis fueron engañados tanto por Marruecos, que les dijo que les ayudaría a recobrar su independencia y era una artimaña para quedarse con el territorio, como por España, que incluso antes de la Marcha Verde cedió el paso a Marruecos para que controlara la zona y supiera qué puestos ocupar».

Poco tiempo después, la situación se tornó tan «dramática» que decenas de miles de saharauis emprendieron la huída. «Mi padre vio cómo sus amigos y compañeros morían en la calle. Los marroquíes borrachos levantaban el arma y mataban a todos los saharauis que encontraban», recuerda esta joven, quien, junto con su madre y su hermana, se trasladó a vivir a Canarias.

Su padre, un hombre «reivindicativo» que mantenía «reuniones secretas con activistas del Frente Polisario», no tardó en reunirse con ellas. «El Gobierno marroquí le ofreció seguir trabajando en las minas de fosfato en las mismas condiciones que tenía con los españoles, pero él se negó rotundamente y tuvo que abandonar el país. Sufrió mucho porque vio cómo todo su mundo se desplomaba», señala Salka Embarek.

Obligados a dejar atrás su casa y su tierra, lo que no perdió esta familia saharaui en el camino fue su sentimiento de identidad. «Mi padre siempre nos ha inculcado que somos saharauis y que, aunque hayamos vivido en otro país, no debemos perder jamás el sentimiento de que pertenecemos a este pueblo, porque es lo único que nos queda. Si tú pierdes ese orgullo, pierdes tu identidad y entonces no eres nadie, eres un ser que vaga por el mundo», argumenta.

Con la esperanza de que el pueblo saharaui logre algún día su independencia, Salka Embarek lanza una pregunta que parece derretirse al instante en el cálido aire del desierto. «Cuando pertenecía a España, a los saharauis nos obligaron a ser españoles. Cuando entró Marruecos, los que se fueron a los campamentos se vieron obligados a ser argelinos y los que huyeron hacia Mauritania fueron obligados a ser mauritanos. Y entonces, nosotros decimos: Hemos sido de todas las nacionalidades por obligación. ¿Cuándo vamos a poder ser saharauis?».


No hay comentarios: