3 de abril de 2011

AHORCAMIENTO





AHORCAMIENTO

Prisión Central de Zomba

Su cuerpo pendular era campana
de su propia muerte
se rehusaba sin embargo obstinado
a morir, colgando desesperadamente
de la última hebra
de su vida condenada.
Esa mañana, ¡oh!
su cuerpo cantó hasta que no pudo
soportar su propia canción;
zumbó cual guitarra
y ellos no pudieron evitar escuchar, atónitos.
Cada parte de su cuerpo
abrió la boca y cantó
canciones de muerte, órficas canciones del corazón,
estridentes y dulces canciones
acorraladas de libertad, o tristes y solemnes
como el himno nacional.

Las cuerdas del corazón levantaron su arpa
en un flujo de insistente ritmo
y una lenta danza de tambor:
Toda su sangre se levantó y cantó,
torciéndose hacia la garganta.
Todas las silenciosas bocas alzaron sus voces
y gritaron su coro.
Nadie pudo amordazar, o impedir que los muros
de la prisión cantaran;
Nadie pudo embozar, o recubrir el campaneo

AHORCAMIENTO

Los ecos de la montaña de Zomba.
Y los susurrantes pinos de Queen´s Point,
testigos del sórdido acto,
levantaron su helado lamento.

Su corazón era un cubo de dorada luz,
un nido de incienso donde las aves tejedoras
habían hecho permanente su bienvenida,
tejiendo una pared de finas lágrimas de seda
que cantaron con los labios de la tierra rota,
de las olas rodantes, el viento resistente y duradero.

De cada poro de su cuerpo un río de canción
o un lamento saltó y se desbordó.
Sus pies se abrieron como pétalos oscuros y gorjearon;
sus dedos florecieron y rasgaron las cuerdas de su corazón.
La canción se entrelazó con el macaco y lo trabó
el nudo corredizo, entumecido, no se cerraba.

Siendo político, no se le concedía
la milagrosa fortuna de los criminales.
Así que llamaron al doctor de la prisión
para que le administrase el golpe final.

Apuñaleó el pecho con una gruesa
jeringuilla e inoculó el veneno
en el corazón con orgásmico abandono.

El corazón dio un salto súbito, excitado,
se perdió sólo un latido engañoso,

AHORCAMIENTO

y prosiguió su habitual viaje.
Lentamente se volvió de un profundo verde esmeralda
y cubrió todo el país entero.
Cual si fuera piedra él no moría.
Convocaron a un despiadado prisionero perpetuo,
colocaron en sus manos un pico
y le ordenaron localizar el corazón de la víctima.
Atravesó el pecho por completo
dejando un vasto hueco. No un asesinato,
técnicamente, apenas una rutinaria ejecución.
¡Entonces una cascada de sangre! No hubo nadie
a quien la sangre no tocara y bautizara.
Pilatos buscó en vano agua
para limpiar sus manos del negocio.

La canción brotó en un chorro continuo.
El cuerpo dio su última campanada
y entonces momentáneamente se congeló, luego en un fútil
gesto de cruzar el oscuro río ante sí,
estiró las piernas y pateó
y trató de rasgar la oscuridad que lo cubrió.

Entonces… ah, ahora sí.
El momento final de la partida, el fin, la última
brizna de aliento escapando de su boca abierta,
otra vez con la canción alzándose cual si fuera humo.

AHORCAMIENTO

Él quiso un balanceo último, la expresión
final de su libertad, detenida y preservada
antes de que los sacos de arena arrastraran su cuerpo comprimido
hasta el oscuro hueco, en el total olvido.

Traducciones de Omar Pérez
FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN






Frank Chipasula- Malawi

No hay comentarios: