
BROTA UN SUEÑO DE PAZ
No cargues los ojos con destellos metálicos,
vacía de munición ese arma dañina:
la palabra que abrocha en letras de odio.
Misil que va y vuelve, búmeran de piedra
en la línea de ser el blanco de tus huesos,
de extenderse como un derrame artrítico
que estrecha los pasos y dobla las distancias.
Desnúdala de esos harapos de caverna
que aún abrigan tu gris hasta arrugarlo.
No permitas que resbale en los desiertos
al falso calor que te seca las lagunas,
escribiendo teselas de barro
sobre el verde descanso de la orilla.
Oscurece la sangre en cada sístole,
se vuelve oro negro en la diástole.
Un torrente de fanatismos se dispersa,
crecen setos sobre los espacios baldíos,
asolan los cultivos donde nacen.
Hay un antídoto contra toda esta maleza,
buscar los brotes en tu propio semillero,
labrar las ideas y sembrarlos de uno en uno.
Poner el respeto como abono ineludible:
a beber la humedad que trae el viento azul,
al abrazo que nutre en su cálido roce.
Truécalos con tus vecinos de arboleda,
abriendo tu voz al encuentro líquido,
lanzándote al vaivén de los afectos,
la vista atenta a los límites de la clepsidra.
Así lograremos encajar unos y otras,
un escudo alambicado sobre el orbe,
y entonces ese único jardín compartido
destilará los aromas de una paz elástica.
Ana Galán Vigo- España
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