24 de abril de 2011

CANTO



CANTO

En un recodo de mi espíritu anida el dolor,
como cántaro repleto de oquedades
que se demora en el momento preciso
de verterse, esperando paciente el solsticio
de la palabra, que nombra oscuros nacimientos
de simiente prematura, envolviéndolos
en la placenta de aire sostenido en un sol
de placentera reverberación y el parto
agridulce se derrama como la leche
en los pechos de las matronas reticentes
a besar su menstruación, llegando hasta
el muelle donde mis pensamientos
se mecen, madurando la explosión
de un abrazo medido por las reglas
del poniente. Amo el azul pleno
de la noche del Hacedor, artesano
de manos suaves, que no han macerado
el sucio trabajo de hombres asalariados,
que pagan con sus ansias los duros
mendrugos de la realidad y se contonean
movidos por la brisa nacida de la boca
iracunda de Dios, tapándose con los velos
de su vacuidad. Amo la ofrenda floral
de la vestal angustia, que germina
con el paso de las termitas en los agujeros
del silencio, como pozos profundos
que se hermanan con la pulcritud
de una virgen, cuando entonan
la fulguración del polen, amigo
del género procreador del sonido
en forma de un fa sostenido hasta
la extenuación de la metáfora.

Amo la poesía que fluye de las arterias
de la Tierra, adentrándose en cada corazón
de la constelación de la Vía Láctea,
implosión del verbo sólido
hacia mundos exteriores que giran
alrededor del caos, que es un espejismo
del aletargado olvido, hacia el recuerdo
magnánimo de surtidores pacientes
de la voz pura del sol omnipresente.

Amo la tierra, el fango, las estrellas,
la leche, la cuchara de fuego de las primaveras
que se suceden en un tictac feroz
del reloj del sueño, que me encuentra
rediviva en cada minuto marcado
por la esfera de rostro impenetrable.

En el fondo, amo el dolor de todas
las voces en el espejo, donde se refleja
mi alma de verbo trémulo, pero inmortal.


Rosalía Linde- España

Del poemario "Huesos de Ángel"

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