
De pendones y bestias
(A Lorca, Hernández, Infante y tantos y tantos…)
Penúltimo humedal, laguna yerta,
historias inventadas, cuentos chinos
secándose al calor de los braseros
en noches de miseria.
Medievo en las entrañas de una raza diferente,
caciques que cabalgan con trapos por bandera,
sus trajes de hojalata, su bigote,
filósofos de paja con espada.
(Madrid del treinta y seis, España era una fiesta
que se acaba.
¿Se acaba…?)
Cenáculo de dudas, avatares, verso errante
que esparce un tenue ritmo, hueso sacro donde el pubis
languidece, son restos de una España derramada,
oasis de un desierto inabarcable
que linda en su frontera con la Nada.
De tus pechos la miel es marejada, tu labio
desdén condescendiente,
refajo, negro tul, guadaña enarbolada,
un áspid venenoso es tu presencia, la cinta de tu pelo
es burda trampa.
Las cruces de ceniza que en las frentes
(estrellas de David carbonizadas)
pintaban los apóstoles y santos, los bordes del camino
retumbantes, mostraban
las vísceras del tiempo, macabras calaveras
con polvo en sus gargantas.
Las cinco, madrugada, el tiro por la espalda,
sin color las pasiones, desatadas,
no existe norte o sur,
mueres o matas,
las tapias de los viejos cementerios
encaladas con sangre aún caliente,
índices acusando al infinito…
agonizantes.
De niño me decían que no fue cierto;
que fueron solo historias inventadas.
Abril de 2011
Antonio García Vargas- España
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