
EL MIEDO
Saltó la trinchera, uno en un pelotón
gris en el gris como el propio Ypres
y me quitó el fusil con un rugido
que yo sin fuerzas reconocí.
Una sola cosa tuve tiempo de comprender,
como a la luz de un cohete luminoso:
¡nuestros líderes nos han engañado!.
Cuando retorció la bayoneta en mi pecho
—ni siquiera me dio tiempo a sentir dolor—
vi su rostro desfigurado por el miedo.
Ese rostro era el mío.
Traducción: Francisco Uriz
Kjell Espmark- Suecia
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