15 de abril de 2011

EL SALADO I


EL SALADO I

“Los paramilitares que hace nueve años participaron
en la masacre ocurrida en El Salado (Bolívar)
obligaron a varias mujeres a desnudarse y bailar
delante de sus esposos o padres, que después fueron asesinados”.
Periódico El Tiempo.



La vergüenza de bailar
ante tantas miradas.
La vergüenza de mi piel desnuda
cuarteada por las sombras
de las aves tuertas.
El miedo que eriza mis senos
y que me hace temblar.
No puedo bailar así,
no con este olor a pólvora
y a muerte pospuesta.
Sé que voy a morir
y no quiero hacerlo bailando.
Mi madre me enseñó la danza
como juego de cortejos.
Nunca me habló de esta preñez fúnebre,
de esta sensación de terrible soledad sin música.
Este ejército de hombres
va a arrojar la rabia en cualquier momento.
No puedo, no quiero bailar
si la música es un golpe de luz
en la boca abierta de la noche.
Las ráfagas prometen venir pronto
y me parece demasiado impuro
recibirlas danzando.
No, no quiero bailar desnuda
si mi padre me observa.




Fernando Vargas Valencia- Colombia








Apartes del informe sobre la masacre del Salado revela EL TIEMPO
Nueve años y seis meses después de uno de los episodios más espeluznantes de la historia del conflicto armado en Colombia, la masacre de El Salado, corregimiento del Carmen de Bolívar enclavado en los Montes de María, una minuciosa investigación del grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) devela situaciones inéditas.

Este es el momento de uno de los regresos de campesinos a El Salado, pues a la masacre del 2000 le siguió el éxodo de 450 familias del corregimiento.

Lo primero que deja claro en su informe Esa guerra no era nuestra -que el país conocerá esta semana- es que este holocausto campesino no ocurrió sólo entre el 18 y el 19 de febrero del 2000, como lo registran las memorias judiciales y de prensa. Comenzó el 16 de febrero, cuando tres escuadrones criminales avanzaron hacia El Salado y asesinaron a todo el que encontraron a su paso.

La matanza terminó apenas el 21. Campesinos de los municipios de Ovejas y Córdoba también fueron víctimas. Sesenta fueron los muertos (52 hombres y 8 mujeres, entre los cuales había tres menores de 18) y 450 los paramilitares que repartieron muerte.


Camino a El Salado

16 de febrero del 2000. "En la vía que conduce de El Salado al casco urbano de El Carmen de Bolívar, el grupo paramilitar comandado por “Amaury” estableció un retén, donde detuvo un carro que venía de El Salado y bajó a sus pasajeros (...).

“Nicolás”, segundo de “Amaury”, acusó a Edith Cárdenas Ponce de ser guerrillera, la apartó hacia el borde de la vía y allí la apuñaló.

Luego asesinaron a Carlos Eduardo Díaz Ortega, otro de los pasajeros (...) María Cabrera, promotora de salud de El Salado y quien años después sería asesinada por las Farc, y su esposo, fueron liberados por los paramilitares, y partieron para El Carmen de Bolívar, donde informaron a sus familiares de lo sucedido. Esto desencadenó la huida de los habitantes de El Salado hacia los montes circundantes.

"(...) Simultáneamente, en el área rural del corregimiento Canutal del municipio de Ovejas, el grupo paramilitar comandado por “el Tigre” se dividió en dos subgrupos (...) Durante el primer día de la ruta de la muerte paramilitar hubo 24 víctimas, 23 hombres y una mujer: 18 en el municipio de Ovejas, tres en El Carmen de Bolívar y tres en Córdoba, la mayoría asesinados con arma cortopunzante, degollados o apuñalados (...) 17 de febrero del 2000.

"El grupo del paramilitar “Amaury” reinició su recorrido hacia El Salado, y fue atacado con cilindros de gas por guerrilleros del frente 37 de las Farc. "(...) Los paramilitares intentaron replegarse, pero la persecución de la guerrilla continuó. Una parte de los habitantes de El Salado que se había ido a los montes decidió regresar el 17 de febrero.

(...) No resistían las condiciones extremas de supervivencia en los montes; tenían niños que necesitaban agua y alimento; percibían que el riesgo había cesado o tenían la convicción de no haber hecho algo que justificara la huida.

18 de febrero de 2000. "(...) El grupo de “Amaury” continuó siendo atacado y perseguido por la guerrilla, razón por la cual pidió apoyo de los grupos del “Tigre” y “Cinco Siete”, que venían desde Ovejas y Zambrano. (...) La concentración de fuerzas paramilitares, junto con la presencia de un helicóptero artillado, les permitió superar la capacidad bélica de la guerrilla. (...) Estas hostilidades dentro y fuera del casco urbano de El Salado generaron pánico entre sus habitantes, que vacilaban entre correr por las calles o esconderse en sus casas (...) En el desarrollo de la incursión paramilitar, el helicóptero artillado que los apoyaba impactó una casa ubicada en la calle principal (...) Allí cayó la primera víctima del poblado: Libardo Trejos Garrido.


La entrada al caserío

Cuando las hostilidades cesaron, los grupos de “Amaury” y del “Tigre” entraron, mientras el de “Cinco Siete” cerraba el cerco desde los cerros; entonces empezaron a recorrerlo pateando las puertas de las viviendas y obligando a los pobladores a salir y dirigirse hacia el parque principal

"(...) Cerca de la casa ametrallada por el helicóptero, se encuentra la del señor Alfonso Medina, donde se habían escondido Marco José Caro Torres y Roberto Madrid luego del pánico generalizado ocasionado por las hostilidades; cuando los paramilitares entraron y los obligaron a salir, el miedo los paralizó y les impidió levantarse, y fueron acribillados en estado de indefensión. "(...) Mientras esto sucedía, en otra parte del pueblo un hijo de crianza de Dora Torres Rivero, quien venía corriendo por la persecución de los paramilitares, le gritaba a su mamá que le abriera la puerta.

Cuando lo hizo, los paramilitares abrieron fuego y ella recibió los disparos. Moribunda ingresó a su casa y se acostó, seguida de los paramilitares, que entraron para rematarla.


El espectáculo de horror

"Una vez reunida la población en el parque principal, los paramilitares separaron a las mujeres, los hombres y los niños. Las primeras fueron concentradas en las escaleras de la entrada de la iglesia, los hombres ubicados en un costado de la cancha de microfútbol, frente a ellas, y las mujeres con niños fueron encerradas en la casa de Margoth Fernández Ochoa.

(...) Entre el grupo de las mujeres seleccionaron a algunas que fueron obligadas a cocinarles durante los dos días que permanecieron en el pueblo. Después de eso, el grupo de “Amaury”, apoyado por “el Tigre”, comenzó la orgía de sangre. "(...) La primera víctima fue un hombre, Eduardo Novoa Alvis, que fue llevado a la cancha. (...) A él (...) le pusieron una bolsa en la cabeza y le mocharon una oreja, y después de esto se lo pelaron con espino, lo acostaron y le ponían la bolsa en la cabeza, él gritaba que no lo mataran, le pegaban por la barriga, patadas, puños, por la cara, toda la cara se la partieron y nos decían: miren para que aprendan, para que vean lo que les va a pasar a ustedes, así que empiecen a hablar" ... Ya después que lo tiraron en la cancha sí lo mataron, le dispararon (...) Él se demoró en morir .

"Después de la primera ejecución, los paramilitares, quienes habían sacado los instrumentos musicales de la comunidad que estaban en la Casa de la Cultura, comenzaron a tocar una tambora. "(...) Mientras saqueaban las tiendas iban encendiendo los equipos de sonido que encontraban, lo que creó un ambiente festivo en el que se combinaba la música de los equipos con los toques de la tambora.

"Cuanto muerto mataban, tocaban tambora, tocaban acordeón, se cargaban grabadoras (...) (...) Los hombres "fueron forzados a numerarse y quien tenía el número previamente designado era sacado y asesinado. (...) Llegó el tipo ese “el Tigre” y se paró delante de mí, y dijo: y vamos a empezar y al que le caiga el número treinta, se muere. El número 30 fue el señor (...), el mío fue el número 18 ..., yo dije: Dios mío, no soy yo. (...), a ese señor, como de 60 años más o menos, lo mataron a peso y cuchillo, rajándolo (...).

(...) En la cancha empezaron a sacar persona por persona. Sacaron a Luchito (Luis Pablo Redondo), a él le dijeron : tú eres el presidente de la Acción Comunal, guerrillero hijueputa, le hicieron una ráfaga. Le partieron toda la cabeza, se le reventaron los sesos, un paraco los cogió, los mostró y se los metió nuevamente .

Ya vieron para que aprendan, no se metan más con la guerrilla, nos decían (...) "Después de matar a los hombres, los paramilitares se centraron en las mujeres (...) Seleccionaron a Neivis Arrieta (...) Ella fue llevada por los victimarios a un árbol contiguo a la cancha de microfútbol, donde la desnucaron y luego la empalaron, introduciéndole un palo por la vagina".

La matanza de El Salado fue frenada por un comunicado por radio que pedía la retirada, y aseguraba que se había matado a muchos inocentes.


Por
ROBERTO LLANOS RODADO
Redactor El TIEMPO



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Fernando Vargas Valencia
Poeta nacido en Bogotá, Colombia (1984). Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Estudios en Música, Literatura y Sociología. Formador de docentes. Tallerista en creación poética. Ha publicado cuatro libros de poesía: "El Espolio", "Cuentas del Alma" (Magia de la Palabra Editores: 2000, 2001), "Silencio Transversal ", "Épica de los Desheredados" (Colección Poética Isla Negra: 2007, 2010) y uno de ensayo: "La Realización Poética de la Justicia " (Universidad Externado de Colombia: 2008). Fundador de la sección literaria de la Revista Somos – Libertad Bajo Palabra de la Universidad Externado de Colombia. Director de la Revista Fata Morgana. Coordinador Académico del 1 Festival Internacional y Popular del Libro de Bogotá. Corresponsal en Colombia de la Revista Los Poetas del Cinco (Chile). Escribe reseñas de nuevos libros de poesía en las páginas culturales de Momento, Diario de Puebla (México) y es colaborador permanente del Periódico La Mancha (Venezuela). Ha sido incluido en antologías poéticas en Venezuela, Cuba, Perú y España. Invitado a varios encuentros internacionales de escritores y poetas en Brasil, Cuba, México, Venezuela, Nicaragua y Colombia.

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