15 de abril de 2011

JERUSALÉN





J E R U S A L É N


Lloré hasta que las lágrimas
se hubieron terminado.
Recé hasta que las velas
se hubieron derretido.
Me prosterné sin tregua,
hasta aburrirme.
Pregunté por Jesús y por Mahoma,
en ti, Jerusalén:
Tú, ciudad que profetas exhalas.
Tú, el adarve más corto
entre el cielo y la tierra.





Jerusalén:
Tú, faro de las leyes,
bella niña de dedos abrasados.
Tus ojos están tristes,
¡ay, ciudad de vírgenes,
oasis sombreado que cruzara el Profeta!.

Tristes están las piedras de las calles,
tristes los alminares de las mezquitas,
Jerusalén,
hermosa que te envuelves en sombras:
¿Quién los domingos, al alba,
tocará las campanas en el Santo Sepulcro?
¿Quién llevará juguetes a los niños
cuando sea Nochebuena?





Jerusalén:
Tú, ciudad de las penas.
Lagrimón que deambulas por los párpados.
¿Quién podrá detener la agresión
contra ti? ¡Ay, perla de las religiones!
¿Quién limpiará la sangre de los muros?
¿Quién salvará el Corán y el Evangelio?
¿Quién salvará al Mesías de los que le mataron?
¿Quién salvará al hombre?





Jerusalén:
Tú, mi ciudad,
mi Amada...
Mañana... Mañana, sí, florecerá el limón,
se alegrará la espiga verde, y el olivo,
y los ojos reirán.
Volverán las palomas emigrantes
a los puros tejados;
los niños nuevamente jugarán,
y en tus limpias colinas
se encontrarán los padres y los hijos.
Pueblo mío...
Tú, ciudad de la paz y del olivo



Nizar Kabbani- Siria




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