
Hay cientos de historias como ésta
que ningún fabulador por perverso que fuese
podría urdir mejor.
Un muchacho soñó que ponía una bomba
y al día siguiente lo contó a sus amigos.
No conozco su nombre pero sigue en la cárcel.
Hasta soñar está prohibido en Palestina.
Ángel Petisme- España
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