
Visitando a Foucault en el Panteón de París
-Las estrellas nacen cada día porque la Tierra gira;
tal como el poema nace del poeta porque éste respira-.
Todo péndulo termina deteniéndose;
su osado movimiento no pasa de ser
una simple curva cerrada, mas…
¿Y si en un determinado punto del balanceo
detengo el movimiento e injerto un alma
en su inmutable estructura de acero?
¿Puede esta pequeña, leve, tenue interferencia
-este atractor impulsado por la locura del deseo-
dar paso a una sublime iteración matemática?
¿Podría esta naciente dimensión fractal
llegar a tocar el borde de las cosas singulares?
¿Acabaría sugiriendo el cero? ¿Una conciencia del ser?
¿Un primitivo estadio de hechos comunes
donde germinen los brotes de un acto de amor?
Abril de 2011
Antonio García Vargas- España
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