15 de mayo de 2011

LA PÉRDIDA DE MIS MELLIZAS






LA PÉRDIDA DE MIS MELLIZAS


En una noche profunda de octubre de 1976
cuando la luna estaba llena
y hacía un frío que calaba los huesos,
Empezaron los dolores de parto de mi esposa.

Busqué una cama, pero eso era pensar con el deseo;
me sentí muy impotente. Aparecieron dos parteras:
una se acuclilló sobre el vientre, y después hizo fuerza
mientras la otra metía las manos y sacaba de un tirón a las bebés.

¡Qué dolores tuvo que soportar mi esposa
cuando dio a luz a la primera bebé!
“Muy bonitas eran, como yo quería, pero esos desalmados
las ahogaron y las envolvieron en plástico negro.

“Dos bebés bonitas…
¡Buddoh! ¡No pude hacer nada para salvarlas!”,
murmuró mi madre.
“¡Aquí tiene, Ta!”: las parteras me dieron los atados.

Postrado como si estuviera entrando al infierno,
tomé las bebés en mis brazos,
las llevé a la orilla del río Mekong,
y mirando fijo la luna, aullé:

“¡Oh, bebés, nunca tuvieron la oportunidad de madurar,
sólo sus almas me miran ahora desde allá arriba.
Su papá nunca las vio vivas, niñas…
perdónenme hijas, las tengo que dejar aquí.

Aunque voy a enterrar sus cuerpos aquí,
ojalá sus almas me guíen y velen por su madre.
Guíennos en esta selva
y ábrannos camino hacia la Triple Gema”.



Los jemeres nos forzaron a construir represas, canales y diques, forzaron a miles de hombres como esclavos a construir una gran represa en un lodazal. Durante un mes, no podía imaginarme una idea tan estúpida, así que mascullaba: “Esta represa se la llevará el primer monzón.” El jefe de mi grupo, llamado Sok, me oyó murmurando y le informó a un alto mando jemer que yo me estaba burlando de ellos, y por eso me envió de nuevo a las fosas comunes (Sok me contó esto después de que Pol Pot fue derrocado por Vietnam en febrero de 1979, y camino a casa pasé por su aldea). Pero el hombre de la carreta tirada por un buey que nos llevó, nos abandonó, sin comida ni nada, en un sitio desierto a la orilla del río Mekong. Yo me puse a pescar y conseguí un montón de pescado para la familia. A las dos semanas me enfrenté a una cobra enorme. Recuerdo que mi madre me contó desde otro reino que en mi viaje a través de tres selvas, encontraría una serpiente así. Me dijo que le hablara a la cobra como a una naga (serpiente sagrada), si no me picaría y me mataría. “No comas serpientes en esos días”, me advirtió mi madre.




U Sam Oeur- Camboya

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