
Síndrome de Estocolmo
Le dije al ojo: ¡mira para otro lado!, y la mente
queda advertida, ¡nada de pensar!, ¡nada que oponer!
He vuelto a abrir la herida, amor, para que no cicatrice
y pintado mis pezones lastimados.
Maquillé el ojo para que no te sientas mal
al recordar las bofetadas.
Mi coño reluciente aguarda depilado
la implacable guadaña de tu diente.
En el clítoris el piercing que ayer me regalaste
espera tu desgarro, tu saña, el reflejo de tus miedos.
Coloqué ya tu ropa en el armario
y envié los niños a casa de mi madre.
Puse el látigo bajo la almohada y las esposas
por si te place azotarme
o destrozarme las muñecas
o rebanarme el alma.
Quedo aquí como siempre, despatarrada, esperándote
en esta eterna postura abierta y prostibularia
que tanto te seduce.
Antonio García Vargas-España
1 comentario:
Amigo Antonio, un punto de vista distinto sobre esta terrible lacra y un gran poema como todos los tuyos
Un abrazo
Fernando
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