
ABOCADOS
Llevan la marca del dolor a cuestas
y las del destino que se torció en su día.
Pueblan nuestras calles pero a veces
nos parecen invisibles,
son los parias entre los parias.
Arrastran cicatrices y viejas penas,
por más que un día estuvieran
en primera línea de una vida digamos normal.
Ahogan los días en botellas de cerveza,
que consiguen mendigando,
o un cartón de vino barato,
no tienen más que lo puesto
y con suerte una manta y unos cartones
bien guardados para pasar la noche.
Viven en nuestras ciudades y nuestros pueblos,
al desamparo de los poderes públicos y los servicios sociales.
¿A quién importa lo que les suceda?
Han dejado de contar para nosotros,
no son más que un número más
en esta triste y vergonzosa estadística.
Se lamen a solas las heridas,
y se olvidan de futuros y viejos recuerdos.
¡Ya no esperan nada, sobrevivir a duras penas!
Hay niños, ancianos, mujeres que se prostituyen,
creemos que son de otra estirpe, de otra naturaleza,
pero cualquiera de nosotros puede acabar de esa manera.
Aquí no vale la pena, es una cuestión de justicia,
no pongamos la lástima donde debería haber derechos.
Perdieron en su día el tren del bienestar y la alegría,
por mil razones cada uno de ellos arrastra una larga historia.
Cuídense de juzgarlos, mañana podemos ser uno de ellos,
nadie estamos a salvo del infortunio
y la vida es caprichosa y a veces traicionera.
¡Admítanme este escrito como poema,
aunque no haya rimas ni figuras literarias!
Y ayudemos en lo que podamos, por ellos por nosotros,
por el mundo y por la tierra,
no cuesta tanto implicarse con los sin techo
y los sin nada.
Y si no lo desean, no pretendo adoctrinar a nadie, no lo hagan,
pero déjenles vivir, sobrevir o malvivir.
¡la muerte para ellos y para nosotros viene sola
cuando menos te lo esperas!
Amador Muñoz- España
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