13 de junio de 2011

FUGA




Fuga


Sólo el sonido de las teclas
puede recortar el veneno sorprendido
en la inocencia del aula,
cuando los estores de los cristales
recuerdan el titular
en la muerte de un hombre que quiso recortar
su localidad
en el blindaje cerámico
que atraviesa el motor del automóvil.

Ella también lo conocía...

Han pasado muchos años,
y sin embargo,
la maestra aprieta bajo sus talones,
ese torniquete de capilares
por los que el poeta seguiría viajando
dentro de cada una de las gotas
del ácido contenido
en el sudario
de su cara.

Él sabía que la destrucción
sólo puede respirar en solitario,
y por ello,
tras acotar cómo abrir la cremallera que circunda la geografía del final,
no pudo más que caminar
solo.

Muchos quisieron imaginar
que vagaba frente a una espaldera metálica,
donde una mujer con máscara de goma,
pudo ofrecerse sobre un holograma de abrazos
con el tiempo acerado
en abdomen la estrechez
de una roldana.

Sin embargo,
él sonríe.
Ya puede alejarse del cementerio
para cerrar la vibración
de su ansiedad
en el desmayo
que cubre el elástico
del acertijo
en una gargantilla
de lona.

***

Ha terminado la clase,
y ya nadie le espera lejos de la rutina que recorre el cerrojo
en el consuelo agazapado
bajo las trincheras planchadas
en el bolsillo sintético
de su escondite.

El recuerdo del hombre
se diluye en el trombo que discurre
en la celda ilusoria del
"mañana".

No buscará la raíz
en la boca de aquellos poemas.

Cierra los ojos
donde ha perdido la camisa:

se ha olvidado de llorar.

"Él es el único
que no estaba enfermo".

Silencio...

Antes de acostarse,
se activa en el programa
adictivo

del despertador...




David Fernández Rivera- España






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Escribo desde el cansancio, no puedo negarlo, pero no podía dejar que sigan cabalgando los instantes sin comentario alguno acerca del acontecimiento de ayer, sábado día 11 de Junio.

Yo, ya desde muy joven, fui partidario de las teorías de Foucault entendiendo el mundo como cárcel, llegando a ser inclusive el prólogo de mi evolución poética y teatral. Sin embargo, nunca había tenido opción de adentrarme en las entrañas de una penitenciaría física.

Lo hice ayer, y la experiencia fue tan impactante como conmovedora. Lo desconocía, pero allí se vive una dualidad que se contagia. Por un lado, y me estoy refiriendo siempre a los internos con voluntad tácita de reemprender un nuevo rumbo, son conscientes de que de algún modo están encerrados, pero a su vez, y como me dijeron directamente, “allí se piensa mucho”, saben que fuera tampoco serán libres, por lo que al igual que el poeta, muchos viven en el centro de una balanza donde la libertad está demasiado oculta a sus ojos, quizás por ello la busquen con desesperación, y a sabiendas, de que allí dentro también la pueden encontrar.

Allí ofrecí mi recital “Ecos de la noche”, y después de unos ligeros murmullos, quizás por la falta de costumbre, el teatro se convirtió en una auténtica olla a presión con proclamas a la libertad emocional, en rechazo del maltrato y en favor de la solidaridad. Puedo asegurar que en ningún lugar de los que he visitado me topé con un público tan entregado y a la vez sediento de arte.

Esto viene a confirmar esa intuición que albergaba sin comentar en exceso, y es que sólo aquel que llega a un estado límite o de necesidad, es quién de ver o luchar por acercarse a aquello que es de verdad. Para los que viven “libres” el tiempo es un regalo para rellenarlo con entretenimiento, para cualquier interno, el tiempo en sí mismo, es los que los aleja de toda evasión para adentrarlos en el infierno de tener que conocerse.

Aquí está la demostración más clara del porqué del declive de la poesía en occidente, especialmente la reivindicativa. Y es que la línea temporal nos aleja de los estímulos; y sin embargo, otra vez ha quedado de manifiesto que la poesía es una de las herramientas más potentes hacia la solidaridad integradora.

Gracias a la penitenciaría de “A Lama”, allí, aunque sólo sea por un día, se hizo poesía de verdad.

Os dejo con uno de los poemas más jaleados por el público, os aseguro que a pesar de la amplificación, casi no conseguía escucharme. Trata de una persona que tuvo la oportunidad de conocer a un viejo maestro. Sin embargo, el anciano la esperaba siempre al otro lado de las verjas de un psiquiátrico. La joven, estudiante de pedagogía, gozaba de aquellas conversaciones con este individuo hasta que la “vida” le propuso elegir entre el tiempo aparentemente silenciado del psiquiátrico o la vertiginosidad de las oposiciones para llegar a ser alguien. Eligió lo segundo.

Y como suele pasar en estos casos, su vida no sólo fue vacía, sino que también rutinaria y aburrida. Estaba haciendo lo que debía... Sin embargo, en una de sus clases y ante los ojos únicos de los niños, lee en el periódico la noticia de que ha fallecido uno de los mayores pedagogos del último siglo, añadiendo que vivía hacinado en un psiquiátrico por su propia voluntad... Él nunca estuvo loco.

¿Qué lo llevaría allí? Quizás la tristeza de que tantas personas como la maestra busquen encarcelarse por seguir la ley positiva, para olvidarse de la natural...


David Fernández Rivera- España






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