
REPORTEROS
La fortuna de la resurrección
no alcanzará
ni siquiera a ese hombre que aún palpita,
que, aún hoy, soporta el estertor de muerte
enterrando/desenterrando huesos.
Los macilentos odres, que visten
esos cuerpos del hambre,
siguen sobreviviendo en la esperanza
de que, a la prontitud de la noticia,
pueda seguirle un rápido remedio.
Sin embargo, las cámaras enlatan
la barbarie y el hombre la contempla
como quien mira un film de Tarantino:
La sangre le es ajena.
Porque contar los muertos se convierte
en tarea rutinaria,
no alcanzará a ese hombre la clemencia:
Las liendres emponzoñan el desierto.
Una imagen inunda el bienestar,
la sobremesa...,
La cámara recarga baterías
y un óxido de llanto
derrama por la lente...
Manuela Temporelli- España
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