9 de septiembre de 2011

LA INDIA




LA INDIA



Veo un santón untado de ceniza
entonando mantras tendido en el suelo
en la estación de Agra.

Sus piernas huesudas y sus harapos
manchados de gris
recuerdan los restos de una hoguera
recién apagada
que aún crepita a mi lado.

Algunos hombres sentados
con las rodillas a la altura de los hombros
me miran y sonríen con su boca de piano.

Veo los saris de colores
de las mujeres,
veo el polvo rojo
del pelo de las casadas
y el amarillo del de las viudas.

Masco un tabaco granate
que escupo torpemente.

Una mujer me ofrece un caramelo
marrón oscuro.

Sabe ácido, dulce, salado y agrio.

A veces sabe a pepino
y otras a Coca Cola.

Un tren destartalado silva.

Recuerda tiempos de colonos
de lenguas y costumbres extrañas.

La algarabía aumenta.

Todos gritan en hindi
para llamar la atención del extranjero.

Pequeños vendedores ambulantes
se cogen de mi mano
y me ofrecen collares.

Acaricio una pequeña talla de Ghanesa
que un niño me vende
para que me dé suerte.

Es suave y huele a bosque.

Me penetra el olor a sudor
de los vagones
y el del curri.

Todo huele a cúrcuma
en La India.

Y a incienso
y a bidis
y a basura.

Y huele a niño
bebiendo leche.

Y huele a enfermo
y a viejo.

En La India
se mascan
y se huelen,
y se tocan,
y se miran
la vida misma
y la misma muerte.





Sonia San Román- España





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