6 de septiembre de 2011

TRISTEZA EN LA MUERTE DEL HÉROE






Tristeza en la muerte de un Héroe

Los que vivimos esta historia, esta muerte y resurrección
de nuestra esperanza enlutada,
los que escogimos el combate y vimos crecer las banderas,
supimos que los más callados
fueron nuestros únicos héroes y que después de las victorias
llegaron los vociferantes
llena la boca de jactancia y de proezas salivares.
El pueblo movió la cabeza:
y volvió el héroe a su silencio.
Pero el silencio se enlutó hasta ahogarnos en el luto
cuando moría en las montañas
el fuego ilustre de Guevara.
El comandante terminó asesinado en un barranco.
Nadie dijo esta boca es mía.
Nadie lloró en los pueblos indios.
Nadie subió a los campanarios.
Nadie levantó los fusiles, y cobraron la recompensa
aquellos que vino a salvar el comandante asesinado.
¿ Qué pasó, medita el contrito, con estos acontecimientos?
Y no se dice la verdad pero se cubre con papel esta desdicha
de metal.
Recién se abría el derrotero y cuando llegó la derrota
fue como un hacha que cayó en la cisterna del silencio.
Bolivia volvió a su rencor, a sus oxidados gorilas,
a su miseria intransigente,
y como brujos asustados los sargentos de la deshonrra,
los generalitos del crimen,
escondieron con eficiencia el cadáver del guerrillero
como si el muerto los quemara.
La selva amarga se tragó los movimientos, los caminos,
y donde pasaron los pies
de la milicia exterminada hoy las lianas aconsejaron
una voz verde de raíces y el ciervo salvaje volvió al follaje
sin estampidos.


Pablo Neruda- Chile




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