
London bombing
Qué significa aquí en Alaska
saber que en Londres
explotan bombas
y mueren los inmigrantes
que se toman el tren
para ir a trabajar
caught in crossfire
de Bush y Blair y los Bin Laden.
Es como ver un humo de incendio
una mancha roja en el horizonte
que a veces da un poco de miedo
pero es un incendio
que sabemos
que no nos va a alcanzar
que se queda lejos
y nos manda un humo
y su mancha
como una señal
de algo que no alcanzaremos a entender
Cuatro bombas,
una ciudad que llora.
Cosas sin sentido,
muertes poco heroicas
en el subterráneo
Y los asesinos sin la dignidad
de morir también en el ataque
activando las bombas por
teléfono, desde algún refugio
Pero todo eso, acá en Alaska
importa tan poco
todo está tranquilo aquí
en Alaska, hasta que se abra la tierra, y
el terremoto arrastre todo
y se trague desde México
y las fábricas de sueños
de Los Angeles
y hasta Alaska
Mientras tanto, los turistas
de Florida, de New Jersey y
San Francisco, comen y beben
todo lo que pueden, y
compran todo el tiempo
cosas inútiles
y adornos con formas
de osos o de águilas,
andan en kayak y en acuaplanos,
y se emborrachan y bailan check
to cheek como hace 40 años
y odian cada vez más a los
árabes y a los musulmanes
porque piensan que todos ponen
bombas
en los trenes y en los subterráneos
pero están felices de que todo eso
haya pasado en Londres
y no en América. Ese continente
entero que conquistaron por
nomenclatura, como si no
existiera el sur, como si les
perteneciera desde siempre.
Mientras tanto, allá en Londres
cada mañana, hay más
inmigrantes, más trabajadores
que tienen que tomarse el
mismo tren y el mismo colectivo
donde pasó la muerte ridícula
la muerte sin pelea, sin heroísmo
la muerte sin ningún sentido
que debe haber quedado pegada
en los pasamanos y en el
polvo de los asientos, ese olor
en el aire. Olor a muerte
todas las mañanas porque hay
que trabajar.
Y la ciudad se acordará o no
de las manifestaciones cuando
el pueblo no quería invadir a nadie
y se invadió igual, y pensará o no
que así se pagan las invasiones
y que el odio no tiene final
que la codicia no tiene final
que siempre habrá más agua
más petróleo
más poder
en algún lado
y alguien que lo quiera salir a buscar
de cualquier manera
sin importar la inocencia ni la muerte
Porque no pueden borrarse de la mente
esas imágenes de los
campos de prisioneros en Irak
pintados de excremento,
atados como perros,
robados a lo humano
reducidos a algo
tan difícil de mirar
tan difícil de olvidar,
Abu Ghraib
Pero estamos en Alaska
y no se les quita con nada
a los turistas yanquis
esa plenitud engañosa
esa ilusión de felicidad
que los hace decir
Did you hear what happened in
London?
Oh, terrible, awful, terrible!
y después seguir jugándose la plata
en el casino, perdiendo el dinero
que les sobra, transformándolo en
joyas falsas y totems falsos
de tribus aniquiladas
porque con algo hay que llenar
el tiempo,
y lo de Londres no ocupa más
que un flash en CNN durante
un par de días, y la piscina
está abierta hasta las
diez de la noche, y hasta las diez de la noche
en verano, en Alaska, brilla el sol,
y el humo
de la muerte
en el horizonte
ya no es más que un recuerdo,
un extraño olor a olvido
una postal gastada en un cajón
que nadie va a abrir
para mirarla un rato de verdad
Verónica Pamoukaghlián- Uruguay
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Verónica Pamoukaghlián
Poeta y cineasta uruguaya (Montevideo, 1973). Ha publicado poemas en español, inglés, francés y alemán en Poesía en el subte (Ediciones de La Flor), la antología de Zapatos Rojos, Poets against the war (2004), Letras uruguayas II (Bianchi Editores), Letras de Babel (Bianchi Editores), De Matos Rodríguez, La Cumparsita (autora de la versión inglesa, texto original de Rosario Infantozzi; Dobleclic Editoras, Montevideo, 2004) y en la revista Taj Mahal Review (India), entre otras.

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