
NUESTROS DESCENDIENTES
Quizás hallen en las viejas bibliotecas de ellos
algún poema olvidado parecido a éste.
Algún periodista mal pagado tal vez escriba
“Se halló un pergamino cuyas líneas
inexplicablemente van y vienen como surcos
de una siembra”.
Y algún paleógrafo, sin mucha convicción, dirá:
“Veré si puedo saber qué dicen estos caracteres arcaicos.
Se ve que es un lenguaje primitivo,
con palabras rudimentarias, onomatopeyas quizás
que imitaban el canto de los pájaros o el sonido de los ríos”.
Y no habrá a quién preguntarle.
Sólo estarán ahí las palabras mudas, incapaces
de narrar la finitud de los cuerpos que ya se fueron.
Y las examinarán bajo lupas electrónicas,
y analizarán la química de la tinta,
y aplicarán algo más preciso que carbono 14
para calcular la edad de las manos que escribieron
caracteres tan viejos como el sol.
Quizás el manuscrito termine en un museo para turistas
y toda esperanza de canto se aleje a una distancia sin retorno.
Quizás simplemente se pierda en los sombríos
bosques de un futuro sin humanos,
y el poema no será ni poema ni nada
cuando ya no haya idioma en el murmurar de las nubes
y no quede más que una enorme roca rodante
en la interminable noche espacial de nadie.
Un poema demasiado breve para cantar las hazañas de los héroes
y demasiado extenso para tanto impenetrable silencio que somos.
Sergio Mansilla Torres- Chile
Quizás hallen en las viejas bibliotecas de ellos
algún poema olvidado parecido a éste.
Algún periodista mal pagado tal vez escriba
“Se halló un pergamino cuyas líneas
inexplicablemente van y vienen como surcos
de una siembra”.
Y algún paleógrafo, sin mucha convicción, dirá:
“Veré si puedo saber qué dicen estos caracteres arcaicos.
Se ve que es un lenguaje primitivo,
con palabras rudimentarias, onomatopeyas quizás
que imitaban el canto de los pájaros o el sonido de los ríos”.
Y no habrá a quién preguntarle.
Sólo estarán ahí las palabras mudas, incapaces
de narrar la finitud de los cuerpos que ya se fueron.
Y las examinarán bajo lupas electrónicas,
y analizarán la química de la tinta,
y aplicarán algo más preciso que carbono 14
para calcular la edad de las manos que escribieron
caracteres tan viejos como el sol.
Quizás el manuscrito termine en un museo para turistas
y toda esperanza de canto se aleje a una distancia sin retorno.
Quizás simplemente se pierda en los sombríos
bosques de un futuro sin humanos,
y el poema no será ni poema ni nada
cuando ya no haya idioma en el murmurar de las nubes
y no quede más que una enorme roca rodante
en la interminable noche espacial de nadie.
Un poema demasiado breve para cantar las hazañas de los héroes
y demasiado extenso para tanto impenetrable silencio que somos.
Sergio Mansilla Torres- Chile
No hay comentarios:
Publicar un comentario