24 de diciembre de 2011

POEMA DE HEBERTO PADILLA




Ese hombre que fornica desesperadamente en hoteles de paso.
Ese desconcertado que se frota las manos,
el charlatán sarcástico y a menudo sombrío,
solo como un profeta,
por supuesto, soy yo.
Me estoy vistiendo en un hotel de Budapest, deformado
por otra luna y otro espejo.
Feo; pero el Danubio es lindo y corre bajo los puentes.
Viejo en sotana, Berkeley, yo te doy la razón:
esas aguas no existen, yo las recreo igual que a esta ciudad.


A un lado Buda,
al otro lado Peste,
un poco más allá está Obuda.
Aquí hubo una contrarrevolución en 1956;
pero sólo los viejos la recuerdan.
Intente usted decirlo a estos adolescentes que se devoran
en los cafés al aire libre, en el pleno verano.
Una muchacha judía me dice que tiene visa para ir a Viena
(y con cincuenta dólares).


Un poeta me cuenta que ya circulan por el país
libros de editoriales extranjeras
(“y han regresado muchos exiliados”).
Bebe; se achispa y me recita la Oda a Bartók, de Gyulla Illyés.
Otro me dice que casi está prohibido hablar de guerrilleros,
que él ha escrito un poema
pidiendo un lugar en la prensa
para los muertos de Viet Nam.
Luego vamos al restaurante; bebemos vino con manzanas;
comemos carne de cordero
con aguardiente de ciruelas,
“Pero esta paz (grita Judith como quien emergiera del lago
Lobaton).
Esta paz es una inmoralidad.”






Heberto Padilla- Cuba









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