5 de enero de 2012

POEMA SIN FIN






POEMA SIN FIN




POEMA I


(POETA)


El poeta, a veces, imagina, sabe o se convence,
Que puede vivir contiguo a la alta noche fugitiva,
Sin sombras o fantasmas que moren en sus ojos,
Sin grises sonidos que se conviertan en arpegios,
Sin que el dolor del mundo estacione en su pecho.


Y crea un espacio inmaculado de figuras de barro,
Sin que un rayo invariable explosione en su casa,
Sin que venga la lluvia a mordisquear los cristales,
Sin que el áspero frío del día anule cada primavera.


Pero existe el odio, un rudo habitante incorporado,
Un sucesor de espadas y moles de acero y polvo,
En respuesta a todas las ofensas que nos hostigan,
Porque llega con ciencias sorprendentes de guerra,
Detrás de cada ser temeroso, desleído en partícula,
Alcanzando, asimismo, que la flor, la hoja y semillas,
No sea el lógico sondeo del tesoro fugaz de la vida.






POEMA III


(INVIERNO)


La crueldad del invierno se desploma sin bondad,
Con ese doble lenguaje de centelleos y sombras.


Si me hallara en un cuarto de apacible chimenea
Y lo viera emerger detrás de anchos ventanales
Como algo inaccesible, inconcluso y flagelante,
No tendría la angustia que conmueve mi alma,
Cuando se captan y nos señala los desalientos,
El amasijo de sueños retorcidos como alambres.


En tanto, algunos barren los pedazos de la noche
Que queda en las ventanas como aves extrañas
Y nace por las calles sumergidas de las viviendas,
Un estrépito impetuoso que nadie escucha nunca,
Que al parecer a nadie hiere y, tal vez, nunca irrita.


Y aunque todos esperen la señal, sin respuesta,
No existen palabras que apaguen las aflicciones,
No se hallan maneras de resistir en este lodazal,
Mientras la esencial lluvia de los pobres ataca
Con sus aparentes puñales habituales y mágicos,
Sin ejecutar aprisa, sin devastar inexorablemente,
Sino de modo suave, deletéreo, aún contaminado,
Inalterable, dura e irremediablemente inabordable.






POEMA IV


(PROCEDENCIA)


Dicen que el terror sobreviene de algo determinado,
Tiene inicio, brote, cuna, origen, nacimiento, fuente.
Llega en restos diarios, como afán de flor deshecha.
No nace por una génesis ritual, mágica, o por signos.
Regresa de la muerte cual filo de mineral que detona.
Cada acto terrible tiene un lenguaje no reconocible
Está ajustado por sangre frecuente y desconocida
Y cada muerte deteriora y disminuye sin conjetura
Y cada memoria alza en silencio la vida que perece
Con el mismo nombre terminal desesperado y hondo.


Se trata de una alianza letal, ávida y omnipotente,
Que cubre ciudades diferentes y cada día del año,
Que demanda reemplazar las deficiencias propias,
Que distribuye esa muerte sin mediar una bandera,
Que se orienta por las superficiales participaciones,
Que descarga sueños comunes en todos los sueños,
Y cada zona, país, ser humano, humillado y cautivo,
Se consagra así a la muerte para conservar la vida.






POEMA V


(CULPABLES)


Algunos suelen preguntarse ¿por qué nos odian tanto?
Lo saben. Lo leyeron. Alguien lo contó alguna noche.
Se escribió historia. Se dijo en la leyenda, en los mitos.
Se disipó en la bruma del tiempo y tornó a recuperarse.
Como una lámpara azotada por el viento empequeñeció
Y ensanchó su flama oscilante como si imaginara lucir.


Todos sabían los motivos, los contaron en productos,
En tumbas, en heridos, en inválidos, propios y ajenos,
En banderas quemadas, en humillaciones de hogueras,
En centenares de desaparecidos, sin nombres ni ojos.
Y luego, lo callaron, cegaron sus cautelas y memorias
Y siguieron preguntándose ¿por qué nos odian tanto?






POEMA X


(MEDIDORES DE ANGUSTIA)


Inventaron, de pronto, medidores de angustia,
Pusieron el dolor en la estadística, sin pupilas,
Y lo dejaron volar cual aves sin destino o meta,
En torno a los bosques de los recelos y nieblas.


Levantaron un mapa para un control de pobreza
No tomaron en cuenta los fantasmas del hambre,
Ni las lúgubres faltas de fértiles panes y sueños.
Nunca señalaron las visitas de lluvia a sus casas
O la necesidad de abrigo e ilusión en tal invierno,
No hablaron de la extrema pobreza en esta tierra,
Pero tampoco dijeron nada de la extrema riqueza.


Simplemente callaron, alzaron el pan, los pasajes,
El combustible, elevaron la aurora, el mar denso,
No dejaron más solución que endurecer los puños
Y velar el horizonte por si, a lo lejos, surge aliento.






POEMA XIV


(SEPTIEMBRE)


¿Acaso esta primavera está maldita
Y sus resquicios expeditos al horror,
Motivan un temblor en nuestras vidas?


¿Es este mes un lugar de negaciones,
Y en su perfil de florecimiento brumoso,
Hay zonas de reflejos en la memoria,
De la fe tenaz en seres humanos libres
Y su honda pasión para mudar el orbe,
En un lugar de memoria y de justicia?


Ahora, es necesario expulsar la muerte
Entre todos los nombres que regresan,
Con todos los sueños, todas las manos,
Con todos los ojos, todos los recuerdos.






POEMA XXV


(INAGOTABLES)


Nos aterra pensar que esos sueños,
Murieran insostenibles y fantásticos.
¿Acaso la luz repartida sobre el pan,
Es un anhelo ingente e inadmisible?
¿O el trabajo, como primera palabra,
Es algo tan exorbitante y prohibido?
¿Y si una vara nos midiera iguales,
Podría ser monumental y desmedido?


Pero al enseñarlo, brotaron laberintos.
Nos cegaron así el núcleo de la tierra.
Nos silenciaron los juicios con puñales.
Nos desterraron a las zonas cardinales
Y brotaron las perversas servidumbres.
Sólo que no morimos allí, antes y todos
Y nos arde en el corazón una lícita llama.






POEMA XXVI


(ELEGÍA PARA UNA NIÑA ASESINADA)


¡Pobre niña mía!,
Hermanita de la humanidad que crea vida,
Triste primogénita de un sueño inconcluso,
Pareces dormir en el silencio inmensurable,
Quizá esperar un cuento nocturno de hadas,
Hoy que las bombas terroristas no explotan
Y sus aviones salvajes regresan a la guarida
Y tú has perecido con las pupilas tan abiertas,
Sobre la hierba marchita del estío en el Líbano.


¡Pobre niña mía!,
Déjame contarte de los sueños extraviados,
Sobre estrellas de paz que imaginábamos
Y los filos celestes de la libertad y la justicia.
No verás nunca en la noche emerger la luna,
Pero nosotros hablaremos de tu risa callada
Y cuando florezca la luz en los continentes
Buscaremos tu nombre tan distante y hondo,
Para levantarlo en el aire como una bandera.


¡Dulce niña nuestra, duerme en el silencio!






POEMA XXXV


(HERMANOS DE LA TIERRA)


Hermanos de la tierra, el fuego y el agua.
Provenientes ancestrales de estas lluvias.
Partidarios de las flores y de los bosques.
Descendientes de aves, peces y de fieras.
Sucesores seguros del aire y las estrellas.
Conectados a las comarcas de los sueños.
Herederos de las leyendas y de las magias.
Inextinguibles descendientes de la energía.
Supervivientes de cualquier región o límite.
Robados allí, asesinados, ardidos, burlados
Y expulsados a su vez de la última comarca.
Sin embargo, ellos aún sostienen el cielo,
Pero caen en su entorno, árboles y seres
Y son torturados, recluidos y humillados,
Se llamen Calfunao, Parojani o Sesana.
Sean mapuches, berawanes o jummas,
Bosquimanos, sentineleses o jarawas.
Del Kalahari, Canadá, Chile o Malasia,
Australia, de las islas Andamán o el orbe.
Son siempre hermanos del sol y la justicia.












Julio Campos Ávila- Chile










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Julio Campos Ávila. Santiago- Chile, 5 de febrero de 1939. Profesor jubilado de Educación Básica. Ha publicado sólo Raigambre (Cuentos. 1962) El regreso de Lázaro (Cuentos. Caracas 1999) y participó en 1961 en la antología Poesía Joven de Colchagua. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) desde 1962 por haber obtenido ese año el primer premio en el canto a la reina de la primavera. Fue electo diputado por Talca por el periodo 73-77. Salió al exilio en enero de 1974 y permaneció 14 años fuera de su patria. Aunque mantiene un cuantioso trabajo inédito ha obtenido premios de poesía, cuento y novela infantil ha sido publicado en diversos diarios, revistas y páginas digitales.






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