19 de marzo de 2012

EL AVIADOR MUERTO








El aviador muerto


Visto sobre el mar, ninguna señal, ninguna señal, ninguna señal
en los negros abetos y en las terrazas de las colinas
rasgadas en la niebla. El cono se estrecha, la nieve
resplandece en las yermas paredes de un cráter. No.
Las casas ruedan todavía como hojas de papel, se tuercen,
y la marejada fluye: un puerto de juguetes
es tachonado de estrellas con sus incendios y sus rostros; pero ninguna señal.


En la luz horizontal, sobre las costas furiosas,
el avión vuela en obstinado círculo, los ojos se distienden
colmados de odio y dolor, escrutan
el negruzco océano en busca de un cadáver,
los incendios se apagan; los cuadrantes bajan,
un largo, seco estremecimiento le corre por las vértebras,
sus dedos tiemblan: pero su duro, inmutable rostro
se mueve negando la aceptación: Tengo un amigo.


Los incendios son grises; ninguna estrella, ninguna señal
guiña desde la oscura respiración del portaviones
donde el piloto da vueltas en busca de su compañero; donde,
planeando sobre el armazón de las ciudades, ojo obstinado
entre las cenizas de las naciones, dolorosamente
trazando círculos de ese consumido, inmutable No
-la larga guerra, la perdida guerra de las vidas-, el piloto duerme.






Randall Jarrell- Estados Unidos



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