21 de marzo de 2012

POEMAS DESDE LA PRISIÓN, de MARCOS ANA


“Estos poemas fueron escritos en una prisión, cuando la noche era más profunda, a la macilenta luz de un extraño candil, construido con un viejo tintero, un poco de alcohol que conseguía en la enfermería y una mecha trenzada con la cinta de …unas alpargatas. Esa luz podía apagarla de un solo soplo a la menor alarma.

Así escribía, mis manos doradas por la luna, el oído atento, arropado por una manta, proyectando sobre la pared una extraña sombra, mientras por el tragaluz de mi celda, la Noche me acechaba como un animal oscuro.

Solía despertarme muy temprano, antes del toque de diana y trabajaba mis versos en la fría soledad de las madrugadas, hasta que despuntaba el día. Después, cuando amanecían los ojos y las llaves, me escondía la voz en un zapato y mientras paseaba en el patio de la cárcel, por caminos circulares que no conducían a ninguna parte, iba memorizando los poemas, dándoles forma y armonía.

Eran y son poemas sencillos, mensajeros de la dignidad, que no pretendían alcanzar el cielo de los elegidos, sino llevar calor humano y esperanza de libertad a los que sufrían cautiverio y llamar a las puertas del mundo para despertar a los que dormitaban, ajenos a nuestro drama personal y a la tragedia colectiva de España.

Varios de esos poemas he agrupado en este poemario, con la esperanza de que puedan ser compartidos por mis contemporáneos y abran a la vez, un camino de lumbre y rebeldía en el corazón y el pensamiento de las nuevas generaciones, en cuyos surcos hemos sembrado nuestra historia.”

Marcos Ana


Vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo






Mi pecado es terrible:
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre...










“Mi vida,
os la puedo contar en dos palabras:
Un patio.
Y un trocito de cielo
por donde a veces pasan
una nube perdida
y algún pájaro huyendo de sus alas”.


Marcos Ana (Ferando Macarro Castillo) nació en Aleonada, una pequeña aldea de Salamanca, en 1920, en el seno de una familia pobre de jornaleros del campo. Su vida ha estado marcada por una pasión constante en defensa de los oprimidos y desheredados y una entrega absoluta a su ideal. Desde su primera juventud, luchó del lado republicano, durante la guerra civil española. Al terminar ésta, en 1939, fue detenido, junto a millares de demócratas, y condenado a muerte. Permaneció encarcelado durante 23 años ininterrumpidos: toda su juventud y la mitad de su vida.


En esa Universidad dolorosa escribió los poemas que traspasaron las cárceles y llevaron su nombre a través del mundo, contribuyendo a desencadenar una campaña internacional de solidaridad en su favor.


Fue uno de los primeros presos políticos españoles defendidos por Amnistía Internacional.


Al ser liberado en 1961, Marcos Ana recorrió Europa y gran parte de América, siendo recibido en Parlamentos, Universidades y centenares de concentraciones populares, promoviendo y organizando la solidaridad con los presos políticos y sus familias y denunciando las prácticas fascistas que, por entonces, se realizaban en España.


Fundó y dirigió en París, hasta el final de la dictadura franquista, el Centro de Información y solidaridad con España (CISE), que presidió Picasso. Apoyado por personalidades de la cultura y la política europeas, este Centro organizó la defensa de los derechos humanos, la acción por la Amnistía general y la ayuda moral y material a todas las víctimas de la represión política.




La noche es mi refugio. Siempre os hablo
cuando duermen los ojos y las llaves.
(...)
En el silencio escribo.
Al silencio le arranco sus hojas más vibrantes,
campanas que me aturden bajo el grito
de “alertas” implacables.
(…)
Escribos sin descanso
palabras verticales.
Prendo mi voz como un fuego en el monte,
y oigo sonar la sangre
del mundo
en mis umbrales.
Después, cuando amanezcan
los ojos y las llaves,
me guardaré la voz en un zapato
y aromarán las losas mi mensaje:
¡Pueblos del mundo, amigos!
¡Corazones cercanos o distantes,
llegad a mí,
poblad mis soledades!












Muros hirsutos. Ásperas cortezas
donde el hombre se duele cada día.
Apretada oquedad de llaga y fosa.
Socavón de Castilla. Lento espanto.
Catedral invertida hacia la tumba,
bajo una piel de piedra cancerosa.
Hay un árbol, aquí, pleno, enterrado,
de corazones vivos, que semejan
tréboles rojos en la luz borrosa:
muchas hojas, sin sangre, van cayendo;
mas su raíz fosfórica florece
una bandera abierta en cada losa.
Y en esta pena oscura donde habita












Si llegáis ya tarde un día y encontráis frío mi cuerpo,
buscad en las soledades -del muro- mi testamento
al mundo le dejo todo, lo que tengo y lo que siento,
lo que he sido entre los míos, lo que soy, lo que sostengo
una bandera sin llanto
un amor, algunos versos
y en el medio de este patio -gris, desierto- mi grito,
como una estatua terrible y roja en el centro










Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
y a muerte mi condena,
mis hojas van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de “arcángel
vengador” en mis venas:
¡España! Es sólo el grito
de mi dolor que sueña...








Yo no pido clemencia. Yo denuncio
al dictador cadáver que gobierna
la vida de los hombres con un hacha
y ahora quiere dejar para escarmiento
mi cabeza cortada en una pica.
Yo no pido clemencia.
Doy banderas.
Pase de mano en mano el golpeado
corazón de mi pueblo prisionero




Mi corazón es patio


a
María Teresa León


La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.


Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.
Pero el mundo es un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin espacio.


A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
Y entonces digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando”.
Y oigo colinas, libres
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi caldalso.
“Es la vida”, me dicen
los aromos, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho.


Pero es soñar despierto.
Mi reja es un costado
De un sueño que da al campo.


Amanezco, y ya todo
-fuera del sueño-
es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.


¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!


Yo ya creo que todo
-fuera del sueño- es patio.


Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos.
Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo
-hasta el sueño- es patio.


Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón desnudo;
mi corazón clamando;
mi corazón que tiene
la forma gris de un patio.


Un patio donde giran
los hombres sin descanso.




Marcos Ana- España




 




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