Reflexiona el poeta frente a una pecera, "río inmóvil", en la encerrada víctima, pensando que, si los humanos se suicidan arrojándose al mar o al río, el pez cautivo suspiraría por arrojarse al aire y nadar en su mortal oleaje. Un hombre libre no soporta prisión ni para los peces de colores.
TRATADO DE LA DESESPERACIÓN:
LOS PECES
Siempre medita el agua del acuario.
Piensa en el pez salobre y en su vuelo
reptante: breves alas de silencio.
El entrañado en penetrables líquidos
pasadizos de azoque en donde hiende
su sentencia de tigre, su condena
a claridad perpetua en el río inmóvil.
Quiere hundirse en el aire, en los voraces
abismos de la asfixia, hallar el fondo
del oleaje del aire que rodea
su neutral soledad por todas partes
José Emilio Pacheco- México
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