15 de mayo de 2012

MARGINADOS

MARGINADOS

La orfandad nos acecha
con aislamiento frío en el mutismo.
En medio de las sombras deliran los cartílagos
y la luz se resiste
a que todo en nosotros sea un hueco
de carencia y marasmo.
El animal que rige nuestra piel
efectúa la huida a un bosque oculto,
donde la luna escapa al Gran Hermano.

Nos persigue el exilio
en la desolación de terremotos
y en el cuerpo del mundo el agua nos sumerge
en la ciudad de arena.
Las nubes contaminan nuestros bronquios
con trazados de chemtrails.
En el viaje la alquimia nos da vértigo,
la desnudez nos llena de peligros
y olvidamos lo efímero de todo.

Los refugiados miran
con miedo sobre el sol de medianoche
y un pánico de niebla el declive del Nasdaq.
El petróleo dirige
el llanto de los niños de la Tierra
y una lágrima cae
en los labios hambrientos de los hombres,
mientras un grito agónico de ancianas
horada la memoria de la gente.

Prostitutas muy jóvenes
se hacinan en los cuartos y no salen
a contemplar las horas en la nostalgia apátrida
que el barro les delata.
Clientes que deslizan su mentira
a través de los cuerpos
transmutando billetes en placer,
convierten la fricción en un teatro
donde ya nada es lo que parece.

Parados en sus casas
vagan en extravío por las cuevas
sin futuro ni aire, en túneles de bronce.
Darwinismo feroz
que convierte recursos en basura.
Redactan el currículum
como el mito de Sísifo, girando,
en la explosión de lunas sin cristales,
caminando sin rumbo por la línea.

Los náufragos respiran
en el mar del estrecho, tan temible,
al tiempo que las algas y las estrellas rojas
simbolizan las pérdidas
en océanos llenos de esperanza.
Un púlsar es latido
de inmigrantes que llegan sin papeles,
en pateras que son como un espejo
de la incesante búsqueda de vida.

Los desahuciados lloran
desnudos sobre sacos de cemento
en un ritual de lodo, despojados del numen,
arrastrando la nada.
Vacíos de hipotecas imposibles
donde el robo es lo único
que destella al final de rutas vanas,
en espíritus ávidos de sueños
que la lluvia destroza cada noche.


Ana Muela Sopeña

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