
Hoy en día, ni los más jóvenes
dudan cuando a voces se pregona
que los tiempos están cambiando.
Ellos mismos, los adolescentes
que se tatúan estrellas en los genitales
para sentirse alados ante el espejo,
cuando llega la noche
y se masturban
recordando
los labios endulzados de crak,
interrumpen la aventura
porque pronto se secan sus sexos
y se echan a dormir hacia el lado
más inocente de sus vírgenes pasados.
Hasta los prepotentes políticos,
pese seguir sonriéndose
los unos a los otros
cuando insisten en votar,
reconocen que no tienen fórmulas
mágicas
para recuperar el bienestar
que llegó tras Hiroshima,
incluso, un tanto por ciento estimable,
piensan en dimitir y dejar
la flota humana a la deriva de los milagros,
Los profesores tiran los dados
para comenzar a enseñar la Historia,
mientras los alumnos se pierden
en el laberinto de las páginas Web,
y terminan
por borrar el pasado,
el futuro
y dar las espaldas al presente.
No existen vuelos
porque hace tiempo el cielo
está colapsado
con tantos millones de emigrantes
en busca del paraíso perdido,
y sólo ha quedado abierta al tráfico
la línea aérea de los desiertos.
Nadie duda, por tanto,
que los tiempos están cambiando,
porque ya no se besan los amantes,
los placeres tan sólo son virtuales
y el record de la fidelidad
aún no superó el tiempo de un suspiro.
De las iglesias y refugios espirituales
se evaporaron,
entre incienso e incienso,
los rezos que ablandaban
los corazones,
y millones de fieles escucharon la voz de Dios
gritando clemencia a los cielos.
El mundo está cambiando
sin ejes de cambios,
sin carros de fuego,
y para conseguir la felicidad
tendremos, una vez más,
que mancharnos las manos de sangre y justicia.
Mariano Rivera Cross- España