3 de junio de 2012

EL ECO DE LAS PLAZAS








EL ECO DE LAS PLAZAS


Hace tiempo que las pàjaros
ya no escuchan los argumentos filosóficos
                     de los ciudadanos florentinos,
ni por encima de los golpes del buril
                     del escultor que regalaba
                     su belleza al pueblo toscano,
se escuchan las airadas voces de aquellos
que pedían más salubridad en las calles
                     y pescados frescos del Adriático;
ni por las piazas húmedas y esmeraldas
           de Venecia se alzan sonidos de Oriente
ni el olor de la canela de las Indias
  perfuma las miradas veladas de las ragazzas;


Ni en todas las plazas de la península hispana,
en las cornisas de los edificios públicos,
las palomas se acurrucan y se adormilan
        mientras escuchan repetir una y mil veces
        hace tiempo que no llueve o busquemos
        el sol para calentar los huesos
                                     y las heridas del tiempo;


Ni las una, ni las dos, ni las tres, ni las cuatro,
ni las cinco de la tarde de Federico García Lorca,
ni las doce de las noches navideñas
ni cuando Cenicienta se enfrentó a la realidad,
campean en los geométricos espacios de las ciudades,
              anulado el tic-tac del paso del tiempo
por el clamor
de unas plazas abarrotadas de ansias de justicia,
donde se han de fraguar las revoluciones
de un futuro cercano:
la de la igualdad de los sexos,
              la del color de las razas,
la del derecho de llevarse un trozo de pan a la boca,
la de dormir bajo un techo sin propiedades
y la de conseguir un planeta de amor
                           con el sudor de las frentes,  
 aunque para ello tengan que resistir las acometidas
                                    de los injustos cielos
       y las sangrantes e incompresibles
                       embestidas de los guardias de asaltos,
      parapetados con escudos de metacrilato,
      pese la semejanza de sus juegos infantiles
           con los de aquellos que claman ante sus ojos
      una misma lluvia
                          para lavar los corazones del mundo.






Mariano Rivera Cross- España







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