17 de junio de 2012

LA MIRADA DE MI PADRE




LA MIRADA DE MI PADRE


Mi padre mira cuando mira, como si adivinara lo que pienso.
Atesoran sus profundos ojos
la magia de la edad del hombre sabio en su mejor momento.
Y yo lo miro y él también,
y aunque no pregunte, sus ojos me lo dicen todo.
Son capaces, los luceros de mi padre,
de encontrar respuesta a mis preguntas
antes de siquiera hacerlas.

Los ojos de mi padre tienen el fuego incandescente de la hoguera,
poseen la paz de los trigales  ondulando risas al contacto del Mistral.
Los ojos del viejo, miran como sabe mirarme la aurora
cuando despierta cada día  entre los cabellos de la noche que se aleja,
dejando en el olvido a más de alguna estrella desvelada.

Ojos penetrantes llenos de profunda esencia,
espejos  calmos que detentan fibras íntimas si del amor se trata.
Ojos que profesan la ternura de la lluvia
y las vueltas que el hilo da al coser la piel del arrepentimiento.
Contienen el silencio del universo en su agonía,
abrigan la esperanza necesaria en mis horas de tristeza
cuando la desolación me atrapa.

La mirada de esos ojos ofrece agua en el desierto,
derraman la bonanza de la luna en su prístino vestido,
y saben controlar las tormentas desatadas que transitan en mi alma;
me miran cuando los miro, atentos a mi queja.

Arropan con beneplácito mis dudas y mis aciertos,
jamás dejan de mirarme porque están en mi.
Los ojos de mi padre, ahora son míos y de nadie más.




José Santana Prado- México






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