5 de diciembre de 2012

A MI NIÑA KAROLINA




A MI NIÑA KAROLINA


Entre las fauces del líquido elemento
suelen vivir las madreperlas de color y su belleza,
acurrucadas entre los pliegues del coral
y su reciedumbre, o a través de la suavidad
de los líquenes que se despeinan con el rumor
del oleaje intoxicado de la tormenta marina.

Así te contemplo mi niña consentida,
al compás del trabajo matutino,
emprendes la vida para el sustento
que te traerá el día de mañana.

Y qué más da si el sol ha salido pronto
o yace oculto bajo el imperio de la nube.
Mi niña sufrida siempre reclama su pan,
“el pan nuestro de cada día” tendrá que llegar
para que calme de esta manera, la necesidad que tiene
el ave del vuelo sublime, sobre el sol y la tierra,
hasta que el viento no reclame más y logre proyectarse
a través de la camisa desabotonada de la agreste montaña.

Mi dulce niña, madre de los tuyos,
apareces ante la puerta del ocaso
encendiendo tu plegaria armoniosa,
es necesario despertar a la oscuridad de la noche,
la que yace calmada, mientras sale una estrella
e intenta quitar la capa al sol,
y así la sombra caiga sin compromiso
sobre la inmensa claridad de los mortales.


La flor que atrapa el néctar del rayo en su caída,
se embebe del calor que el fuego propicia
hasta que se afirme en el sueño profundo
de su glorioso despertar. Esa eres tú,
mi apacible, tierna y  tan dulce, niña adorada.




José Santana Prado- México










No hay comentarios: