23 de diciembre de 2012

LOS POBRES EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES






LOS POBRES EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES

Los pobres viajan. En la estación de autobuses
levantan los pescuezos como gansos para
         mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la maleta que guarda un radio de pilas y una
         chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin
         sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la
         mochila,
y el sol del suburbio y polvo más allá de los
         viaductos.
Entre el rumor de los alto-parlantes y el
         traqueteo de los autobuses
temen perder su propio viaje
escondido en la neblina de los horarios.
Los que dormitan en las bancas despiertan
         asustados,
aunque las pesadillas sean un privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de
         los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón
         que tapa
la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotesco son los pobres! ¡Y cómo
          molestan sus olores aun a la distancia!
No tienen la noción de los conveniente, no
          saben portarse en público.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo
          irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído e hinchado un hilillo de leche
escurre hacia la pequeña boca habituada al
lloriqueo.
En los andenes van y vienen, saltan y
aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas impertinentes en las
          ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con
aire espantado
de quien no sabe el camino del salón de la
          vida.
¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas
          extravagantes,
esos amarillos de aceite de dendé que lastiman
          la vista delicada
del viajero obligado a soportar tantos olores
          incómodos,
y esos rojos chillantes de feria y parque de
          diversiones?
Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del
          confort
aunque algunos de ellos tengan hasta televisión.
Verdaderamente los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y de mal
          gusto)
Y en cualquier lugar del mundo molestan,
viajeros inoportunos que ocupan nuestros
          lugares
aun cuando vayamos sentados y ellos viajen
          de pie

De: La noche misteriosa


Lêdo Ivo- Brasil





Homenaje a Lêdo Ivo, fallecido hoy 23 Diciembre 2012

Poeta, narrador y ensayista nacido en Maceió, Alagoas, Brasil en 1924. 
Murió en Sevilla (España) el 23 Diciembre 2012.










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