FUEGO QUE INFLAMAS EL CORAZÓN DE MI CASA
(Valparaíso, a 14 de febrero del año dos mil trece)
El fuego de esta tarde calurosa
ha calcinado el patio y las paredes
de mi casa, entró con desdén hasta
lo más recóndito del cerro Los Placeres y otros más,
expulsando fumarolas por su boca,
atizada en el rencor del viento acelerado.
Y dicen que hoy era el día
del amor y la amistad, como
catorce de febrero de cada temporada,
pero no fue así, el coraje de las llamas
acabó de forma expedita con todo
lo que habíamos construido durante años.
Soplaba harto la fuerza del acelerado viento,
con la potestad del huracán que se llena de rencor.
Y la lumbre se expandía sobre los
brazos de la quebrada, para en seguida
tomar la forma de flama que todo
lo acecha con su gran luminiscencia.
Después, surcó el tiempo marchito con las
lágrimas frescas de la desolación.
El enorme movimiento de fogosidad
comenzó a la tres y media de la tarde,
iniciándose por el clásico descuido
de quien trabaja los hierros y el soplete.
Oh, desgracia que nadie pudo hacer mucho
cuando se dieron cuenta de la catástrofe.
Ya se había originado la indolencia.
La fogata duró su tiempo exacto
sin que se pudiera controlar.
Doscientas ochenta y cuatro casas incineradas de arriba
abajo, entre las quebradas y el cerro firme.
Sólo se aguardó la llegada de la lumbre
que todo lo puede desbaratar,
lo mejor del caso fue que no hubo muertos
aunque casi todos ya lo estábamos,
por el temor que invadía nuestro corazón.
A pesar del evento, continuamos prestos en la lucha
cuerpo a cuerpo, para desalojar la fogosidad
de nuestros hogares agredidos.
Nos quedamos algunos de nosotros sin consuelo,
solamente lo que llevábamos puesto
y la solidaridad se destacó entrando con honor
hasta la boca de la desesperación
para aplacarla. Llovieron las ayudas
que la gente regaló a manos llenas
y el gobierno al parecer, se puso bien
las pilas, con la rapidez propia y adecuada para
así arropar a sus ciudadanos compungidos
por la pérdida de sus pertenencias.
Hoy, apenas a cuatro días siniestro inesperado
continuamos trabajado con lo poco que tenemos,
sin dejar de recordarnos que la ayuda
siempre llega cuando menos lo esperamos.
Solidaridad, fue la causa que hace vibrar el alma
herida por el fulgor de la hoguera
que al fin ya hemos apagado.
José Santana Prado- México
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