11 de junio de 2013

ANGYE GAONA




HABLA EL VOLCÁN

Miles de preguntas arden
bajo tierra, 
preparan la erupción.

Ya bullen, ya se sacuden;
de combate provocadas, 
pronto hallan los cráteres,
están por venir afuera.

Manos son y en las montañas se alzan, 
manos de magma toman las estancias.
No queda en pie trono
ni posesión ni usura algunos.

Suenan las preguntas, 
chasquidos en los tímpanos oficiales.
Se recuerdan los nombres hostigados,
los desmembrados insepultos,
ocultos bajo lodo impune.
Se avivan los nombres en las voces;
pueden derruirse los muros de las prisiones, 
pueden tomarse los tronos,
se diluyen las fronteras,
si se invocan esos nombres.
Ningún arma, ninguna injuria, nada,
habrá de replicar esos nombres calcinantes.

(En Nacimiento volátil; 2009)





Lo que pido

Mi hambre no es sólo suya, madre.
Mi hambre es la de millones
y la Tierra no guarda las semillas 
en almacenes bajo llave y alarmas;
la Tierra no tiene cámaras que vigilen el mar
ni gendarmes que apresen a los carniceros.

Usted no vende su abrazo, señora.
Es preciso liberar la leche que mana tras la alambrada;
abrir la despensa, 
que corran el aire y los niños;
Salir a la calle, alzar los brazos,
que el Sol alimente estos huesos, madre;
los mismos que la Tierra humilde

al fin habrá de devorar.






Angye Gaona- Colombia


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Una de las voces de la lírica joven de Colombia, una de las que en 2001 participó e impulsó el Festival de Poesía de Medellín, intenta ser callada en el encierro. Cambian las circunstancias, se reitera la trama: Angye Gaona, 30 años de edad; periodista, trabajadora de la cultura, poeta. Coordina talleres literarios con niños; estudia Letras. Desde enero de este año, está detenida. Fue encarcelada junto a dos dirigentes universitarios y un representante sindical; arrojada a las celdas colombianas, donde según organismos de DD.HH. son más de 7.500 los presos y presas políticos. “No hay nada que temer”, mastican los marines de soslayo; “guerra contra el terrorismo”, replican sus voceros colombianos en este estado-portaaviones en que se ha transformado una parte de aquella patria por la que peleó Bolívar. Mientras tanto, y pese a ese cerrojo que también es mediático, las fosas comunes se tornan ya inocultables; los desaparecidos y descuartizados en las comunidades campesinas se cuentan por millares; los opositores van -sin más explicaciones- al calabozo, cuando no aparecen rematados en una cuneta o en plena calle. Colombia muestra hoy un festín sangriento de militares y paramilitares que compiten por recompensas estatales o de empresarios en la caza de supuestos subversivos, tal como los “cazadores de indios” de la Patagonia hacían su faena a destajo por la gracia y el dinero de estancieros ingleses y criollos.
“No basta con observar la realidad trascendente, es necesario hacerla operar en la vida y en la realidad”, escribía Angye  en una ponencia hablando acerca de la poesía y la vanguardia. La joven exponía a favor de modos experimentales de intervención poética. La transgresión, para esta poeta, excede la sintaxis. Junto a su poesía, a veces testimonial aunque no ajena a la búsqueda estética, Angye incluyó la militancia social, la denuncia a gobiernos corruptos y criminales de su país, movidos con piolines desde otra tierra más al norte.
Poesía, vanguardia, mundo; cuál es el lugar del artista en todo esto… Por ahora, en la región colombiana de Santander, hay una respuesta para este debate que no es ni exclusivo de poetas, ni menos aún de académicos: el lugar del que se compromete desde sus versos, y algunos pasos más allá de ellos, es el calabozo.  Las travesuras de esa vanguardia que se jacta de eructar en un concierto de cámara, o de cortarse despareja su melena, tiene visos de ocupar los márgenes… hasta ser invitada al centro. Como ayer en la España franquista, o en la Latinoamérica picaneada por generales entrenados en Panamá, la poesía parece lastimar al poder cuando no mira su propio ombligo. Mientras una vanguardia visita celdas, otra reserva pasaje para futuras bienales en Europa.
Los versos de Angye Gaona, disidente en la Colombia imperial, esperan otros versos desde abajo y la solidaridad concreta que reclame su inmediata libertad. Desde abajo.  Como un volcán.

(Publicado en Revista Cultural Sudestada nº 98; Bs.As., mayo de 2010)







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