
DESCUBRIENDO A LA ARPÍA
Furia ansiosa de posesión y grandeza,
apareces donde menos se sospecha con tu gran
lengüeta de fantasías, mentiras y hermosos cuentos.
Agorera del ayer reencarnada en el presente
de supuesta divinidad griega, sólo queda
el maleficio de tu insidiosa presencia,
desencarnas en perfidia de maldad, esa que tiene forma
de basilisco y te transforma en dama perversa.
¿Qué nos cuentas ahora que no sepamos
de tu mísera y amañada intención, si tu malvada forma
de existencia se apodera de la primacía de los humanos?
Intentas ser siempre primera en toda
actividad donde apareces envuelta en falacia
de supuesta y malograda grandeza.
Animal fabuloso con cuerpo de serpiente, patas y garras de ave,
posees tus alas bastante espinosas, aquí vienes con ajuar de platería
simulando ser la máxima deidad del cóndor andino.
Disfrazada siempre con el peso de tu enorme patraña,
simulando ser gente a la que no perteneces, ni eres tú
parte auténtica de la historia ancestral de la sublime
madre tierra que siempre nos rodea y a la
que debemos la vida, por la sencilla razón
de verdad que se esparce por sobre todas las cosas.
¿A dónde diriges ahora tus pasos y la falsedad
de tus palabras, proveedora de los infiernos,
farsante nítida a la luz de la certeza? Esa gran verdad
que habita en lo profundo del corazón del poeta,
el vate limpio que acarrea la esencia del poema
y la da a beber a sus múltiples oyentes,
venidos de cualquier punto de la tierra, no te pertenece,
no es propia de tu engañosa y discrepante personalidad.
Quítate ese vestido que tu farsa ha sido ya exhibida,
y tus alhajas saturadas de arrogancia, descansen
en la paz y no en tu razón de calumnia trasnochada
por la vanidad de supuestas verdades,
porque el pueblo poético, incluyendo el que no lo es,
hace tiempo que te ha descubierto en la mentira.
José Santana Prado- México
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