15 de julio de 2013

UNA MÁS



UNA MÁS



                                        l

Las gaviotas en la playa me hablaron de ti,
omiten tu nombre, hay tantos en esa larga lista
que les dio escalofríos.
Decían que en tu rostro lamido por las olas
estaba escrita la vehemencia del asesino.
¿Qué hiciste que produjo esa rabia?
¿Es que trataste de pensar,  libertad  y en voz alta?
Palabras  que suenan a susurros,
se filtran por el resquicio de la puerta,
se quedan por momentos apaciguadas por los golpes,
ruido, obscenidades.
Ahora  tu cuerpo entumecido hoya la arena en busca de calma,
se queda así, 
cara al cielo, esperando volar,
despegar de este mundo.

                                           ll

Comentan que llegaste del sur
nadie sabe tu nombre, y no les importa,
es una mala propaganda, reclaman las autoridades,
sólo tu madre dejó ayer una cruz sin nombre.
No sabe escribir, por  eso puso también una vieja fotografía.
La tierra a tu alrededor está cubierta de lágrimas,
y en las noches se tiñe con tu sangre.

Han venido muchos extranjeros y hacen preguntas,
deben llenar una página  llamativa
es  que les dicen, habla  de “las muertas de Juárez”,
pero  las hay en otros países, serán las muertas de España,
de Chile, de Argentina, sin nombres, sin patria.
 “Solo por favor la ciudad,
ya no vale, el país es lo mismo”.
Es ahora asunto de interés mundial.
Cuestión de lesa humanidad.
Hablan de crimen organizado, ¿contra las mujeres?
¡Son muertas y ya!

Alguien dijo que trabajabas en la algodonera,
una textil de mala muerte.
3100 mujeres asesinadas  y
107 mujeres desaparecidas en 2010.
300  en los primeros meses de 2011.
 El paraje inhóspito está lleno de cruces,
¿quién, detendrá este programado feminicidio
tan ignorado por las autoridades?
El lugar sigue igual, solitario,
señalado por cruces delatoras
que claman desde sus maderos una respuesta.
La cifra va en aumento,
dolor de cabeza para los que buscan sin hallar.
¿Qué pasa en esta era virtual?
¿Qué pasa con el ser humano?

                            III

El grito sale de la tierra, zigzaguea pidiendo auxilio,
marca la arena reseca y levanta una polvareda.
Lo han visto caminar enloquecido, azotar las paredes,
golpear puerta tras puerta
pero nadie escucha,
nadie abre los brazos para recibirlo,
consolarlo,
nadie abre la boca y denuncia.
Todos se asustan, ponen cerrojo,
cierran las cortinas.
Tienen miedo, un miedo feroz.

La muerte es cosa seria, no se detiene a contemplar,
sólo arrasa,
devasta,
allana,
deja lágrimas de impotencia difícil de remediar.

El grito permanece titilando en los brazos del viento
que multiplica  sus voces,
voces de mujeres,
voces sepultadas que afloran en desconsuelo,
voces que están allí, cerca, asesinadas,
en donde el tiempo se detuvo, quedan
abrazadas a una artesana cruz de madera,
lo único que las identifica.

El grito se ausenta
agotado por tanta indiferencia.
Mañana volverá  tal vez…
Tal vez alguien lo escuche...







Marianela Puebla- Chile





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