19 de agosto de 2013

Pecados Capitales - Virtudes



Pecados Capitales - Virtudes 



Soberbia - Humildad


Piensas que te subes al treceavo cielo
antes de bajar al inframundo
donde estás seguro vencerás 
al dragón de las siete cabezas
y robarás la corona de la reina roja;
te extasías al mirar tus manos aguerridas
y sin ningún rasguño pese a todas
las batallas que ondearon tu bandera,
ves la sombra de tu rostro en el 
resplandor de tus anillos de jade;
te enfureces, frunces el ceño,
pisas duro para que sepan que eres
quien se sienta en el trono,
y percibes desde tu altura 
(con la apatía que tienes por insignia)
a los pueriles hombres de mentes pequeñas...

Despierta del ensueño; tú no duermes
en la cama de oro con leones tallados,
ni te honrarán con ofrendas de sangre
en el sarcófago al fondo de una pirámide,
ni aún con un busto erigido en la plaza
tú voz volverá sonrosada como la aurora
anunciando la entrada de tus soles.

Despierta para que entiendas que 
eres un ave solitaria vagando entre el ruido,
y el único camino que te retorna a la paz
es ascender callado ante el árbol del silencio.






Lujuria - Castidad


I

"dura cosa te es dar coces contra el aguijón"
Hechos de los apóstoles 9:5

Sueñas con carne cruda mas no entiendes
el deleite que buscas en lo oculto;
te hundes en el sudor y en el gemido
que te produce el dolor de quebrarte
los huesos, hambriento de placeres.

Sales a la calle, agachas la cabeza,
mientras maquinas que te devoran
sus punzadas desordenadas en el lecho,
los ríos que se agolpan con sus piedras,
sus lenguas y sus dedos devorantes.

Vuelves a casa donde nadie ve tu lodo;
pelas las frutas y amas tus cuchillos,
el filo resplandeciente en las cáscaras,
salivas, muerdes, te empalagas,
hurgas sin temor honduras, redondeces.

Débil tiritas, te levantas a mirarte
y has manchado tus vestidos de sangre,
herido sin piedad por tus manos.

¿Buscarás quien te lave las ropas,
pedirás tus tentaciones aparten,
para levantar tu cabeza en victoria,
para dar lumbre a las naciones?
Mejor es hacerse de vestiduras incorruptibles,
de los que aman andar el valle de la pureza.









Gula - templanza


Fui la comadreja más hábil, de paladar exquisito,
apresaba cuanto podía multiplicando mi peso;
mientras el frente combatía, mis siervos obedientes
hipnotizados por mi danza, atendían la fiesta
y las mujeres se alistaban para el baño
que me daba con ellas en la tina de leche,
con aromas de selva y sudores de guerra.

Fui león al acecho, cazaba, rugía y temían,
días y noches fueron propicias para mis banquetes;
heredé silencios sepulcrales, estómagos silbantes,
mas la parranda era mía, las bebidas importadas,
los filetes, los guisos, el caviar, los frutos silvestres,
y dejaba algunas sobras para la aves de carroña,
que cargaban municiones y fusiles en el bloque
de los que militan contra los gobiernos hipócritas.

Cuando fui detenido, mi condena fue corta,
justicia de hombres dije y no esperaba justicia divina;
de pan y agua ahora yo vivo, y de la palabra 
que viene de lo alto, que en todo este quebranto 
me dio la templanza para resistir desde mi cuarto
pequeño (que debo compartir con otros reinsertados)
la lucha para cambiar mi vida de pesares,
porque mis familiares aborrecieron tanto mi maldad 
que atiborraron de cerrojos sus puertas,
y el único destino que me consuela por completo
es el rumbo perfecto que me conduce a la salvación.









Avaricia - Generosidad (sencillez)


I.

Urdimbre escondida en el entrepaño de los espejos.
¿Te miraste en la cochambre del mendigo
para envolver en papel periódico tus billetes?
¡Mentiroso, mil veces mentiroso!
Atiborraste provisión en las arcas de la muerte
mientras tus propios huesos palidecían
en las noches desoladas de las calles del centro.

¿En cuál bocanada de tus escalofríos
recordaste ir por tus hilos de plata?
No hubo humor acuoso para que rodara
en tu rostro macilento, las lágrimas.
Dijiste nada necesito y no hay quien reciba.

¿Guardaste el dolor de los tangos
para vestirte de cilicio y morder el mendrugo?
Resbalado en el abismo que cavaste,
vino la hipotermia con sus sombras heladas,
llegó la inanición a repartir tus alhajas
a los que ni siquiera te nombraban.


II.

Deslizada a fuerza por la sequía de tus campos,
llegaste como una paloma niña
a comer de mano de transeúntes
en las plazas de la gran ciudad.

Los códices te signaron en tu bautismo
y a ellos siempre acudiste en tu sed
como si te llamaras Hypatia y miraras muy atenta
entre las celosías el agua de sus ánforas.

Luego fuiste semejante a un escriba embelesado
en la palabra refulgente que dictaban
los labios ungidos de profetas
hasta que aprendiste a usar sus ropas.

¿Te diste cuenta que te ciñeron
la corona con rubíes del conocimiento?
Diste a comer a las palomas
y ellas te infundieron mansedumbre
Compartiste a los simples el manantial
de los códices que descifraste.
Leíste los manuscritos a los encarcelados
a aquellos que necesitaron andar en la luz.

Ahora repartes muchas más riquezas
que todos los ricos.





Envidia - Caridad


I.

Yo juzgaba al envidioso y no sabía
que anhelaba darle la merienda a tus hijos,
llevar a pastar a tus bestias,
y ondear tus títulos honoríficos,
hasta que Dios me dijo:
¿Por qué envidias a los infelices?
Y mis vendas fueron rotas,
mis cadenas abiertas.

En los días que habitaba en mi hogar
la congoja y a ti te convidaban a la fiesta,
te vi pavonearte lleno de orgullo,
y de tu boca salieron los escupitajos
¿En cuál puño de tu mano guardaste el enojo?
Te pesaste y me pesaste en pesas engañosas
como si fueras una pluma y yo un roble fuerte,
dijiste soy débil y me has robado.
Resbalé y por poco caigo en tus vanidades,
en la frialdad de tus sendas hurañas.

Mi paz no se compra en los burdeles,
ni mora en el desierto de los insurrectos,
mi paz está en la melodía de las misericordias,
en la esperanza más cálida que devasta fuegos,
en el peldaño que reparo para que no tropieces.



II.

Dos hermanas en la casa del Rey tocaban la dulzaina, transcribían las cartas, oían a los consejeros, ataviaban sus cabellos con margaritas, encendían los pebeteros con lavanda,
cantaban las canciones favoritas del Rey.

El Rey sabio premió a la más pequeña: le dio sirvientes para hermosearla, le envió zapatillas, trajes, diademas, pendientes, anillos y collares.

La  mayor en su lamento le cuestionó al Rey, si de ella se había olvidado.
-¿Carcomerá la envidia tu alma, si a tus días yo le aumenté años?- Respondió el Rey en tono muy franco.

La hermana mayor guardó profundo silencio, y decidió darle mejor infusiones de gozo diarias a la hermana pequeña que poco a poco perdía su aliento.

La hermana pequeña durmió más temprano; y en casa del Rey se quedó la mayor con la lección de no murmurar, porque el amor es el mejor pago y ésta vida es prestada.






IRA - PACIENCIA


¿Podrá la paciencia dividir el amor?
La espera que se mojó en las aguas
de la discordia, es raíz de amargura.
El silencio de las caricias son gritos;
la división corta como aspas del molino.
El beso claudica en la suma de soledades.
La paciencia en cambio es como
entonar el arrullo más dulce a
un niño enfermo que llora y llora
y de pronto ocurre una especie rara
de milagro: los dos se han sanado.

La ira es madre del rencor, amiga del orgullo,
cómplice insuperable de la soberbia;
aumenta las ausencias como un huérfano
herido con esquirlas en su comida,
cubierto con cobijas rotas por la que
se cuelan las sombras fantasmales
de la calle del abandono.

La ira es una llaga ardiente que se va de fiesta
con la arrogancia de los hijos
(a los que no les faltó nunca nada, ni el amor)
mientras un padre cada noche
en la puerta de su casa: quita los cerrojos,
agacha su rostro y dobla su cuerpo
lacerado por los sables de inmisericordias.

La paciencia está en el corazón del padre
que calma la sed de sus ojos
en el regreso de su hijo pródigo,
y le extiende los brazos para sostenerlo.






Pereza - Laboriosidad


Pereza

¿Qué pereza se me ha encarnado
como una pequeña flor lastimera
aferrada a la ribera de tu río
que rebasó sus corrientes?

Pereza me da desprenderme del tejado
donde los gatos se corretean
si vi la lluvia de estrellas
caer a la madrugada.

¿Y quién no quiere su cama
si el resoplido del viento 
nos arrulla en su vaivén
hasta morirnos en su rastro vaporoso?

Si me siento serena flor de loto
en el ensueño de cabalgar unicornios
quédate en nuestro beso clandestino
¡No te levantes! 
no sea que despertemos.



II. Pistas

Tal vez nadie entienda el arduo trabajo que ejerces
pintando paredes que ningún arqueólogo encontrará
allí cerca de la cueva de las mariposas
habitación de luciérnagas visitada por libélulas.

Cada jeroglífico que habla de tu reinado
y de la antorcha de la que huyen dragones
los dejas tatuados en los muros resbaladizos
donde celebras el ritual de la iniciación.

Es muy probable que tus huellas de gecko
quedaran impresas en tu pretensión
de alimentar tu ardor en la luz
como la lámpara busca el aceite aromado.

Ven con tu pluma
te dejo el libro abierto
sobreviviente a humedales.





Carolina Varela López- Colombia



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