
No matarás de ningún modo
No matarás de ningún modo
Ni tus camaradas de clase, ni tus profesores
Ni los vecinos tú no matarás de ningún modo ni
En Srebrenica ni en Tel-Aviv ni en Jenine
Ni porque Dios te espere bebiendo bajo el sarmiento
Ni por tu patria ni por tus ideas
No matarás de ningún modo
— «ninguno» quiere decir
No matarás en absoluto.
No matarás al prefecto Érignac
Bajo ningún pretexto ni siquiera el de la gloria olvidada de Paoli
Ni porque Dios te haya dado el pedazo
Al siguiente día del Génesis
Ni porque Mahoma y su asno
Hayan dejado la terraza bajo las alas del ángel
No matarás por la caja registradora de la panadera
Ni por el canto de tu aceleración a 3 gramos 5 de alcohol
Ni por la playa de los chulos retirados bajo los trópicos
No matarás ni para gozar
Ni para vengarte
Ni porque «tú bien lo vales»
Como te lo machaca L’Oréal
Con tus 300.000 años ya no tienes edad
De jugar al maligno
Ni porque los olores del vecino atraviesen el piso
O el dios de enfrente tenga una trompa
No matarás
No porque ello fuese escrito sobre la piedra
Sino porque tú te lo dices a ti mismo
De súbito de todo corazón
Y que se te lo diga: es mejor no matar,
Créenos
No matarás ni siquiera el erizo que pasa lento
Y tampoco la paloma de San Sulpicio y
Mucho menos la foca peluda ni el rinoceronte erótico
Ni el elefante que ocupa todo el sitio
Ni la civeta gastronómica
No matarás en absoluto
Porque aquellos que te vociferan matar
Son más cretinos que aquellos que dicen no
Tú tienes la edad de la razón para entenderlo
La edad de la desobediencia según Arendt
Deliberarás por tí mismo y nada de bueno
Te ordena eso
Porque no existe el sub-hombre
Y jamás lo ha habido
Porque ya no hay Voz que se precipite de arriba
Ni balanza con un platillo para la vida eterna
Porque la muerte no clama venganza
Y por lo demás no clama nada porque ya no existe
Porque no requieres de ella para «hacer tu duelo»
(ese exasperante cliché de migajas freudianas en la tele)
Porque uno no rehace su vida
Porque no eres ni siquiera otro
Porque tú «no te dignas ver nada»
Nada distinto al vórtice de las nebulosas
Porque es el primero y el último
Y el único mandamiento.
Para Leo Ferré,
Julio 14, 2003
Traducciones de Rafael Patiño
Michel Deguy- Francia
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Michel Deguy
París, Francia, 1930. Poeta, filósofo, traductor, crítico y profesor. Uno de los más destacados poetas de la poesía francesa contemporánea. Profesor de la Universidad de París. Presidió el Collège International de Philosophía de 1989 a 1992, y la Maison des Écrivains de 1992 a 1998. Jefe de redacción de la revista Poésie, miembro del comité de la revista Temps moderns, recibió en 1989 el Grand Prix de Poésie, y la revista Poésie a su vez obtuvo el premio Diderot en 1997. Miembro de la Academie Mallarmé. Obra poética: Les Meurtrières, 1959; Fragment du Cadastre, 1960; Poémes de la presqu’ile; 1962; Biefs, 1964; Ouï-Dire, 1966; Poémes, 1960-1970; Poésie, 1973; Interdictions du Séjour, 1975; Coupes, 1974; Ensayos: Actes, 1966; Figurations, 1969; Tombeau de du Bellay, 1973; Reliefs, 1975; Le Monde de Thomas Mann, 1962.

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