2 de marzo de 2014

Marcha fúnebre a la Franja de Gaza


Marcha fúnebre a la Franja de Gaza



Asoman llorando de sus cenizas
los niños judíos de los campos de concentración,
salen para defender con su muerte
la vida de los niños palestinos de Gaza,
van arrastrando su orfandad y sus juguetes rotos;
de los hornos crematorios de Auschwitz
los ancianos desnudos y esqueléticos,
marchan a Gaza con sus huesos al hombro,
calcinados y cabizbajos;
los refugiados, ocultos bajo las piedras,
asoman a la luz y enloquecen
al descubrir los nombres de sus verdugos
que matan en nombre de Yavé:

Shimón Peres     presidente del Estado de Israel (Premio Nobel
                                 de la Paz. Ahora la historia lo condena)

Ehud Olmert       primer ministro (celebra las matanzas)

Ehud Barak          ministro de defensa (de la tribu Isacar) 

Gabi Ashkenazi  jefe de Estado Mayor (la svástica parpadea
                                  en su sangre)

Moshé Katsav    Ministro de Estado (no perdona niños ni
                                ni mujeres)

Tzipi Tlvnila     la canciller (émula de Jael )

Saúl Mofaz          ministro de transporte (de armas letales)

Avital Leivovitz    portavoz de los partes de guerra

Max Reger            portavoz del primer ministro
                                  encargado de dar la cifra de palestinos muertos.

Llueve fósforo sobre Gaza
llueve misiles
llueve tanques
llueve plomo fundido;
Ana Frank sollozando sale del desván oscuro,
registra los nombres en su Diario y en la última página escribe:

“La franja de Gaza es un enorme horno crematorio,
donde retrocedemos al Holocausto para volver a morir”.










Arturo Corcuera- Perú







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Arturo Corcuera

Poeta, animador cultural y profesor universitario peruano, nacido en Salaverry, PERÚ (en el departamento norteño y costero de Salaverry) en 1935. Adscrito a las generaciones de los años 50 y 60, es una de las voces más ricas y sugerentes de la poesía peruana contemporánea, y uno de los poetas hispanoamericanos más galardonados en todo el mundo.

Sintió desde niño una temprana inclinación hacia la lectura y el estudio de las Humanidades, por lo que, ya en su juventud, cursó estudios superiores de Literatura en la Universidad Mayor de San Marcos (Lima), a la que más tarde habría de regresar para ejercer la docencia en sus aulas.

Antes, empero, de emprender su trayectoria profesional como profesor de Literatura, el joven Arturo Corcuera cruzó el Atlántico para ampliar su formación humanística en Madrid, donde tuvo la fortuna de seguir un curso de perfeccionamiento que, bajo el título de "Teoría de la Expresión Poética", impartía en la Universidad Complutense el poeta, filólogo y crítico literario Carlos Bousoño. Algunos años después, Bousoño habría de erigirse en uno de los más lúcidos comentaristas de la poesía de su antiguo alumno.

Amén de su valiosa producción poética, Arturo Corcuera ha aportado al desarrollo artístico e intelectual de su país muchos años de esfuerzo en labores de animación y promoción cultural. Director, durante un prolongado período de tiempo, de la revista Transparencia -una de las publicaciones culturales de mayor prestigio y difusión en el ámbito hispanoamericano-, Corcuera ha asumido otras funciones tan relevantes en este terreno como la de representante del Perú, en 1972, en la Bienal de Poesía de Knokke (Bélgica); la de miembro del jurado internacional, en 1974, del certamen literario "Casa de las Américas", convocado por las autoridades culturales cubanas; y la de presidente, en 1984, de la sesión de poesía dentro del Congreso Mundial de Escritores que, bajo el lema de "La Paz, Esperanza del Planeta", tuvo lugar en la ciudad de Sofía (Bulgaria).

En su faceta de escritor, Arturo Corcuera hizo gala de una gran precocidad, pues apenas tenía dieciocho años cuando dio a la imprenta su primer poemario, titulado Cantoral (Trujillo [Perú], 1953). Esta obra, sumada a la colección de versos que publicó al cabo de cuatro años -El grito del hombre (Lima, 1957)- le situaron, cronológicamente, dentro de la órbita de los poetas pertenecientes a la generación del 50; sin embargo, su trayectoria posterior invita más a incluirle entre los miembros de la generación de la década siguiente.

En estos dos poemarios iniciales, Corcuera apuntaba ya algunas de las características más notables de su voz lírica, como son la alternancia indiscriminada entre verso libre y formas clásicas de la tradición española, y la inclinación a transformar en material poético algunos de los aspectos más prosaicos -al menos, en su primera apariencia- de la realidad social. Es, en cualquier caso, evidente la huella que, en estas obras primerizas de Corcuera, habían dejado otros autores peruanos de la generación anterior, como Juan Gonzalo Rose -gran conocedor de la poesía española contemporánea, y en particular de las obras de Miguel Hernández y León Felipe- y Alejandro Romualdo-cuyo célebre poemario Poesía concreta (1954) contagió a Corcuera ese gusto por la poesía oratoria, apta para el recitado grandilocuente y la declamación inflamada, que triunfa en El grito del hombre, su segunda entrega poética.

Sin embargo, a comienzos de los sesenta el poeta de Salaverry dejó atrás este tono ampuloso y declamatorio para abordar, en su poemario Sombra del jardín (Lima, 1961), una poesía mucho más íntima y recogida, más atenta a la emoción recatada de la égloga que a la oratoria ditirámbica de la elegía. Y, dos años después, Corcuera volvió a sorprender gratamente a la crítica y los lectores con una de sus obras maestras, Noé delirante (Lima, 1963), un poemario espléndido que enseguida conoció reediciones en otros muchos países de habla hispana (entre ellos, la propia España, donde fue objeto del ya apuntado estudio elogioso de Carlos Bousoño).

En un nuevo y arriesgado cambio de registros formales y expresivos, Arturo Corcuera se atrevía ahora a conjugar, en un mismo poemario, el viejo género didáctico de la fábula (cuya existencia milenaria se pierde en la poesía oral de los tiempos remotos) con las novedades rupturistas y transgresoras de la Vanguardia, sin renunciar a una de las principales señas de identidad de su poesía: la crítica social. Así, juega el poeta aquí con los metros breves y las formas métricas características de la lírica popular, a veces abusando deliberadamente de ese aire infantil que parece inherente a la fábula didáctica -pero que también es representativo de algunas obras de otros dos poetas peruanos de gran influencia en Corcuera: José María Eguren y Luis Valle Goicoechea-; y, al mismo tiempo, indaga en innovaciones lúdicas o conceptuales propias de la modernidad vanguardista, como la greguería, la metáfora cómica o alucinada, etc. He aquí un buen ejemplo de este peculiar quehacer poético de Corcuera en Noé delirante: "Reloj despertador, / hijo apócrifo del papagayo. // No anuncia la madrugada / el tornasol clarinero. // -¿Qué tiene el gallo / que se ha callado? // -Hay que llevarlo al relojero" ("Fábula y metáfora del gallo").

Así, alternando entre el funambulismo fonético, el aprovechamiento de los procedimientos retóricos de la mejor tradición clásica, la concepción lúdica del acto creativo y, en cualquier caso, la llamada de atención sobre los aspectos más desagradables de la coyuntura social, se sucedieron en la bibliografía de Corcuera otros poemarios tan notables como Primavera triunfante (Lima, 1963), Territorio libre (Lima, 1965), Las sirenas y las estaciones (Lima, 1967), Poesía de clase (Lima, 1968), La gran jugada o Crónica deportiva que trata de Teófilo Cubillos y el Alianza Lima (Lima, 1974), De los duendes y la Villa de Santa Inés (Lima, 1977), Los amantes (1978) y, entre otros títulos, Puente de los suspiros (Lima, 1982), Corea Monte de diamante (1984), Prosa de juglar (1992) y A bordo del arca (2006).

Por esta espléndida producción, Corcuera ha recibido algunos galardones tan señalados como el Primer Premio de los Juegos Florales de la Universidad de San Marcos (1956), el Premio Nacional de Poesía (1963), el Premio "César Vallejo" (1968), el Premio "Atlántida" de Poesía (2002) -otorgado por la Comunidad Autónoma de Canarias y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria (España)-, el Premio Internacional "Trieste" de Poesía (2003) y el Premio "Casa de las Américas" (2006), que recayó en su obra A bordo del arca.

Un magnífico ejemplo, en fin, del virtuosismo con que Corcuera conjuga en un mismo poema la tradición clásica (presente aquí en el archimanido tema de la rosa y en el rigor formal del soneto) con los juegos de palabras (tanto fónicos como conceptuales) y el distanciamiento humorística propio de la Vanguardia, lo constituye este espléndido soneto suyo que a continuación se copia: "Tímida rosa ósea y encarnada / que amo y me ama y junto a mí se posa, / rosa que me rozó con la mirada, / ¡oh mi amorosa y aromosa rosa, // sumisa y envolvente llamarada! / Llamándote me enllamas, ardorosa, / y erguida en mi alma, rosa incorporada, / entre mis brazos, caes temblorosa. // Talle, su tallo. Y hojas. Y ojos. Sueño / -que con mis manos toco- que me toca. / Buscada rosa que encontró su dueño. // Escogida entre muchas minuciosa- / mente. Lozanos muslos, ansias, boca, / y no la mires más que así es mi rosa".






1 comentario:

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Desgarrador poema.
Así como dicen estos versos sólo los muertos ven la masacre de Gaza la identifican con su dolor y su miedo, quizá algunos vivos, no sé. Qué frágil es a veces la memoria humana, qué peligrosa fragilidad.