SUEÑO INFANTIL
Llegó el mes de junio
y el niño soñaba
con un caballito de pan
cargado de ollas humeantes y frutas,
como el soldado sueña
con la licencia definitiva
en el fragor del fuego cruzado.
Era tan sólo uno
de ese medio millón de sueños infantiles
que guardan una cuchara
en el subconsciente de la almohada
con la que saciarse
al menos una vez al día.
Los prohombres no saben interpretar
los sueños infantiles
y ensordecen enmudecidos
al grito famélico.
Llegó el final de curso,
las notas y la fiesta de disfraces
y la representaciones teatrales
con las que babean los abuelos:
el niño tenía enquistado,
como una coda persistente,
el alegre bullicio
a la entrada del comedor escolar.
Francisco Espada- España
1 comentario:
Gracias, Fernando, por la publicación.
Un abrazo.
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