21 de septiembre de 2015

HIROSHIMA Y NAGASAKI





HIROSHIMA Y NAGASAKI



Homenaje a las casi 240.000 víctimas fatales de Hiroshima y
Nagasaki, ciudades que sufrieron ataques nucleares los días 6
y 9 de agosto, respectivamente, de 1945.




Porque ya no le queda fe,
porque su cuerpo humea,
una boca —rojos los dientes— indulta a los dioses
—una boca, todas las bocas, mi boca—
el infierno antes de tiempo,
el niño en sangre, extraviado entre escombros,
la madre sin cocina, sin tarea, sin despertador,
el padre buscando el suicidio,
la ciudad en llamas plegada sobre sí.

Un pájaro interroga al dios de los pájaros: por qué
el aire se inflama hasta el cielo, por qué
los nidos se achicharran, por qué
la hierba se calcina de súbito, por qué
el apareo ya no es posible
hasta los próximos cincuenta años. ¡Por qué!

Una niña, colegiala feliz,
no sabe nada y llora, desnuda llora, llora
el amor por su muñeca,
el corazón carbón de su muñeca,
y nada sabe y llora y sólo nada sabe
de esa lluvia fea, agua polvosa y gris, y llora
segundo a segundo a segundo
todo lo que fue su mundo.

En bosques bien cuidados
se cazan mariposas al otro lado de la tierra.
En campos de golf onerosos
se relajan los ideólogos de la victoria.
En alegres tertulias se deleitan los tímpanos,
en las casas tranquilas
envejecen las viudas de soldados.

Sigue el curso de la vida, sigue y sigue,
sigue la mágica restauración, ya sólo
quedan los cuerpos sin suplicio, sin rostros, sin nombres,
queda el alma en la calma del arma mortal,
sólo el consuelo de la eternidad.

Ay, esta culpa hereditaria, cómo duele.
Ay, los monstruos que somos, cómo duele.
Ay, nuestros espíritus horribles con traza
de crueldad recurrente, cómo duele.
Ay, las imágenes interminables
de la carne apretada en racimos bajo la muerte, cómo duele.

Hoy se oyen voces entonando
en los medios del orbe
venerables noticias de progreso y civilización.

. . . los seres humanos, los victoriosos sapiens, somos
los elegidos de Dios, los indomables del Diablo, somos
lo que más nos gusta hacer, el juego que más nos distrae, somos
matarnos todo el tiempo, crónicos jugadores, somos
los inmortales hominoideos. Somos . . .




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ÓSCAR DISTÉFANO

Biografía:
Nació en Asunción, República del Paraguay (corazón de América del Sur). Por razones de sangre, posee también la nacionalidad italiana. Actualmente reside en la ciudad de Luque, Paraguay (en un barrio muy tranquilo, propicio para escribir).
Su actividad literaria se desarrolla en las vertientes de narrativa y poesía. Ha publicado una novela: “Años perdidos” (1989), Talleres Gráficos de la Imprenta Editorial Arte Nuevo, Asunción-Paraguay. También ha publicado poemas en el libro “En la Ebriedad del Bosque”, en conjunto con Felipe Fuentes García, E. Dominique Jollivet y Tania Alegría.
Es autodidacta. La poesía le ha interesado desde muy joven. Empezó a garabatear versos desde los 15 años. Sus trabajos, en su mayoría, se encuentran inéditos. Muchos de los cuales, sin embargo, han sido publicados en periódicos, revistas literarias, foros, talleres de internet y en su página web.

Dirección web:








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6 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Un poema impresionante, Óscar. Deja pensando...

Qué bárbaros podemos llegar a ser los humanos...

Un fuerte abrazo
Ana

Luna de Cristal dijo...

Imponente como el dolor, como la destrucción, como la Memoria para que los pueblos se salven
muy buen poema Óscar.Un ojo de cíclope viendo la Vida al costado de la Muerte

abrazos
Marisa

Gustavo Figueroa Velásquez dijo...

Un poema dramático que nos recuerda la infamia de los bárbaros, de esos autoproclamados los policías del mundo. Duele, si, cómo duele la farsa del mundo!
Saludos desde Suecia.

Ángel-Isidro dijo...

Vamos, estamos quemando los bosques exterminando las especies
destuyendo la Tierra. Tierra mia,...
Saludos. Un beso.

Ronald Bonilla dijo...

iNMENSO POEMA ÉPICO LÍRICO , qué dolor sabernos esos monstruos...POR QUÉ NO DESPERTAR A LA PAZ?
aBRAZOS

Anónimo dijo...

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