17 de julio de 2015

Lamento de una madre

Niños talibés, Senegal




Lamento de una madre


Un día
en el lejano Fouta
una mañana, una madre dijo:
– Hamady, mi pequeño, te confío a Dios,
que El sea para ti la muralla
que te proteja de las tormentas de la vida
cuando mezcles tu aliento
con el de los cuatro vientos,
que El haga de mis rezos
una corona para tu cabeza
una alfombra de luz extendida bajo tus pasos
Hamady, mi pequeño,
te confío a las cuatro estaciones:
la de las lluvias fuertes
que arrastran mis memorias
en las cenizas de la noche,
la del sol caliente
que hunde mis pies curtidos
en el océano de fuego,
la que deposita el rocío de la mañana
en las riberas del amanecer,
te confío, Hamady,
a la estación de las cosechas
para que el Maestro con sus manos de luz
coloque en tu cabeza una corona tejida de gloria.

Después de este rezo
los vientos fuertes soplaron
y el desierto entre ellos enterró la esperanza
y Hamady, en un pueblo desconocido,
Talibé solitario vestido en su miseria,
arde con el fuego del hambre
con el fuego de la fiebre.

Con el fuego del sol del mediodía
se acuerda de su madre
bella, negra, negra de ébano
en el lejano Fouta.

Pero el desierto entre ellos ha enterrado la esperanza
y la madre, desde su puerta, a la hora en que las sombras de la noche desaparecen,
echa agua fresca, murmurando
– Hamady, mi pequeño
Qué importa si saliste
Viviremos juntos en el futuro
Para esperarte, Hamady
Tendré la paciencia para contar todos los granos de arena
y en mis brazos cada noche
apagaré todas las mañanas
para vencer la esperanza de vivir fiel a lo cotidiano
y juntos tejeremos el júbilo del reencuentro
Hamady, mi pequeño, te confío a Dios.



Fatou Ndiaye Sow- Senegal
    




Poema de Fatou Ndiaye Sow de Senegal. Se trata de un fenómeno que es nuevo para mí. Oí de ello por primera vez cuando visité Senegal en octubre de 2000. Cuando viajábamos alrededor de Dakar, Fatou me enseñó con preocupación grupos de muchachos merodeando los terrenos baldíos. Eran talibés, son identificados con la misma palabra que el Taliban en Afganistán. Son muchachos de familias pobres enviados a una edad muy temprana a escuelas coránicas. Estas escuelas en realidad no enseñan casi nada, ni siquiera enseñan buen árabe o buenos estudios coránicos. Producen nada más que una clase inferior, criminales y carne de cañón para las guerras de alguien. Aun más triste, mandan a los muchachos tan lejos de su hogar que nunca pueden regresar.
Este poema habla con la voz de una del grupo de gente más miserable y más privada de todo derecho humano del mundo: las madres de estos muchachos. No tienen nada que decir sobre lo que pasa a sus hijos. Simplemente pierden sus niños para siempre. Termino aquí con la lectura de este poema que he traducido del francés, sobre una mujer cuyo hijo, mandado para hacerse talibé, está a punto de irse. Se llama Lamento de una madre.
http://www.chicagonetworkjp.org/es/books/cuatro-selecciones-de-para-que-nos-escuchen-volumen-ii



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Fatou Ndiaye Sow      

Poeta y escritora senegalesa. Nació en la aldea de Tivaouane, Senegal. Su padre, de origen Kaolack, era comerciante. Fue criada por sus abuelos. Inició sus estudios en la escuela coránica, después en la Escuela Elemental de Tivaouane hasta entrar el el Colegio Ameth Fall de Saint-Louis y en la Escuela Normal de Rufisque. Desde 1956, vivía en Dakar con su familia. Participo, en 1984, en el 7º Congreso de Poetas celebrado en Marrakech, en las Jornadas Poéticas de Struga en Yugoslavia en 1985, en el Festival de Poesía de Lovaina en Belgique en 1986, en el Symposium Literario contra el Apartheid de Brazzaville en 1987, en el 5º Congreso Mundial del PEN-International en Toronto en 1989, en el Salón de Poesía de Lyon en Francia en 1990, etc. Durante muchos años trabajó como maestra. En el 2000 se ocupaba de promover actividades entre los jóvenes y la infancia en el marco de FALIA Productions Enfance.

Obras publicadas :

Fleurs du Sahel. Dakar: Les Nouvelles Editions Africaines du Sénégal, 1990
Takam-Takam [Devine, mon enfant devine]. Dakar: Les Nouvelles Editions Africaines, 1981. Poèmes pour les enfants.
Takam-Tikou [J'ai deviné] Abidjan: Nouvelles Editions Ivoiriennes, 1997. Poèmes pour les enfants.
Le mouton d'Aminata Abidjan: Nouvelles Editions Ivoiriennes, 1996. Histoire pour les enfants.
Un code pour toi et moi - 2 tomes. Dakar: Edition Unicom II, 1997.
 (Fuente : arts UWA)  







Masacre de La Cantuta




23 AÑOS DE LA DESAPARICIÓN DE LOS ESTUDIANTES Y SU PROFESOR EN "LA CANTUTA" UN 18 DE JULIO DE 1992.


HOMENAJE:


(la cantuta)*

Sin más preámbulos que la aridez abrupta de la noche
Sin más silencios que las piedras inmisericordes de su alma
¿Divididos? ¿Intactos? ¿Desafiliados
de la rutina nocturna de sus huellas? ¿De la cifra perversa de la historia?
¿Celebrando lo imposible? ¿Lo inútil del tiempo y de las náuseas?
los canallas
tras una penosa agonía de ausencias y palabras
de abismos y tristeza
no los dejaron ver el color de las estrellas
el recuerdo de sus madres Sólo el relampagueante hilo de la muerte
y la cal inaudita e irreversible de la angustia
los reunió en ese espacio negro y vertiginoso de la trama 
Y allí
en esos cimientos helados y deshojados de tejidos
en esa naturaleza fecal y animal del pensamiento Una nueva soledad
los congregó en el firmamento descarnado de la lluvia
como si fuesen la única semilla
indivisible
y milagrosa de la tierra


*Universidad Nacional donde nueve alumnos y un profesor fueron asesinados el 18/7/1992 por el grupo paramilitar “Colina”, prohijado y alentado en el gobierno de Alberto Fujimori.




Juan Cristóbal- Perú









Hace 23 años, 9 chicas y chicos de la Universidad La Cantuta en el Perú, junto a su profesor, fueron apresados por fuerzas paramilitares durante la dictadura civil de Alberto Fujimori. Tiempo después sus cadáveres fueron encontrados en fosas anónimas, en un paraje muy solitario. No puedo imaginar el dolor y la angustia de sus instantes postreros. Fueron inocentes en un tiempo sin tiempo... y sin cielo. 23 años después el gran poeta peruano Juan Cristóbal, comparte el dolor de su memoria con un escrito inmenso... ahí, donde cada verso late con los tañidos de su corazón. En el presente, nuestros pueblos solo tienen dos opciones: el olvido (abrazando las penumbras del tiempo) o la memoria (con sus esperanzas regando el futuro).

Masacre de La Cantuta

La Masacre de La Cantuta tuvo lugar en el Perú el 18 de julio de 1992 durante la presidencia de Alberto Fujimori. Un profesor universitario y nueve estudiantes de la limeña Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle (conocida como La Cantuta debido al nombre de la zona donde se encuentra) fueron secuestrados y desaparecidos por el destacamento Grupo Colina, pertenecientes al Ejército Peruano. El incidente es notable no sólo por las violaciones a los derechos humanos que implicó, sino por la subsecuente impunidad que disfrutaron sus perpetradores. Fue uno de los crímenes que el gobierno peruano estableció en su pedido de extraditación de Fujimori frente el gobierno de Japón el 2003 y es uno de los que también presentó al gobierno de Chile por el mismo motivo.

La Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle fue fundada como un centro de preparación de docentes en 1822, logrando el estatuto de universidad en 1965. Fue cerrada por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas del Perú en 1977 y reabierto en 1980.

Debido a su remota ubicación, lejos del centro de la ciudad de Lima, la mayoría de sus estudiantes provienen de zonas empobrecidas del interior del país que buscaban tener la profesión de educadores, profesión que tenía un alto nivel de politización. De esa forma La Cantuta se ganó la reputación de ser un centro de cultivo de políticas radicales desde los años 1950[cita requerida]. Fue justamente una serie de protestas estudiantiles en el campus; incluyendo el bloqueo de la línea ferroviaria que une Lima con el interior del país – lo que llevó a la suspensión de sus actividades en 1977.

Con el retorno a la democracia en 1980, el presidente Fernando Belaúnde Terry reabrió la universidad. Los elementos radicales entre los estudiantes regresaron rápidamente y, a mediados de los años 1980, las principales organizaciones terroristas del país, Sendero Luminoso y el MRTA, tuvieron una fuerte presencia en dicho campus. A inicios de los años 1990, debido a un retiro estratégico del MRTA y a la fragmentación de los otros grupos izquierdistas en el campus (tanto legales como ilegales) Sendero Luminoso logró tener un rol predominante. Esto se logró a pesar de las operaciones policiales como la que se llevó a cabo el 13 de febrero de 1987 cuando 4.000 policías llevaron adelante una redada nocturna en los dormitorios de La Cantuta y otras dos universidades nacionales, el 20 de abril de 1989 cuando una fuerza conjunta de la Policía Nacional del Perú y el Ejército del Perú intervinieron a La Cantuta y a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, arrestando a más de 500 estudiantes bajo cargos de subversión; o el 22 de mayo de 1991 cuando, en respuesta a la toma de rehenes y a los rumores de bomba en el campus, Fujimori ordenó que el ejército intervenga para restablecer el orden en la universidad. Gran cantidad de graffiti alusivo a Sendero Luminoso y a su líder, Abimael Guzmán Reynoso, fue remplazado por el ejército con slogans patrióticos; los estudiantes entraban a la universidad pasando varios puntos de control y bajo estricta supervisión de las fuerzas armadas, y el campus se mantuvo bajo control militar por varios años.

Secuestro de julio de 1992

En la madrugada del 18 de julio de 1992, 2 días luego de la explosión del coche bomba en la céntrica calle miraflorina de Tarata, miembros del Servicio de Inteligencia del Ejército así como de la Dirección de Inteligencia del Ejército, muchos de los cuales aparentemente miembros del recientemente establecido Grupo Colina[cita requerida], entraron a las residencias de la Universidad Enrique Guzmán y Valle.

Una vez dentro, las tropas forzaron a todos los estudiantes a salir de sus habitaciones y echarse boca abajo en el piso. Nueve estudiantes, sospechosos de estar conectados a la explosión de Tarata, – Bertila Lozano Torres, Dora Oyague Fierro, Luis Enrique Ortiz Perea, Armando Richard Amaro Cóndor, Robert Édgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo Meza, Felipe Flores Chipana, Marcelino Rosales Cárdenas, y Juan Gabriel Mariños Figueroa – fueron separados de los demás y llevados aparte. Mientras tanto, en las residencias de los profesores, un grupo de soldados irrumpió en la casa del profesor Hugo Muñoz Sánchez. Luego de registrar su dormitorio, se lo llevaron.




Juicios y amnistía

En abril de 1993, un grupo de oficiales militares peruanos liberaron anónimamente un documento detallando los eventos en La Cantuta. Su documento señalaba que el escuadrón de la muerte había secuestrado, torturado y asesinado a las víctimas enterrándolas rápidamente luego. Posteriormente, tal como se señaló durante una investigación iniciada por el Congreso, las fuerzas armadas exhumaron, incineraron, y volvieron a enterrar los cuerpos en otra ubicación. Los "soplones" militares nombraron a los miembros del Grupo Colina que participaron en el incidente, identificando al jefe de las operaciones – Mayor Santiago Martin Rivas – y señalaron que el grupo operaba bajo órdenes directas de Vladimiro Montesinos, la cabeza del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y asesor del presidente Fujimori quien también tenia conocimiento de estos acontecimientos.

El 6 de mayo, el General de División Rodolfo Robles Espinoza, tercer oficial de mayor rango del ejército, denunció públicamente varias violaciones a los derechos humanos cometidas por el SIN y las fuerzas armadas, incluyendo la matanza de La Cantuta. (Posteriormente fue dado de baja del ejército y fue víctima de amenazas de muerte. Finalmente huyó del país logrando el asilo político en Argentina.

En Junio de 1993, Justo Arizapana Vicente, un reciclador que trabajaba, y su amigo Guillermo Catacora, entregaron un plano al congresista Roger Cáceres Velásquez y al periodista de Radio Comas Juan Jara Berrospi.1 Cáceres compartió luego el plano con la revista Sí que lo publicó en julio de ese año. Una investigación en el sitio indicado en el plano por el fiscal reveló cuatro fosas clandestinas. Los análisis forenses llevados en los restos, y en otro grupo de huesos encontrados en otro sitio, revelaron que pertenecían a Muñoz Sánchez y a varios de los estudiantes, y que al menos algunos de ellos mostraban signos de tortura y de haber sido ejecutados mediante un disparo en la nuca. (Barreto fue asesinada algunos años después– su cuerpo decapitado y desmembrado, con muestras de haber sido torturada, se encontró en marzo de 1997.)

Las autoridades militares iniciaron una investigación de las matanzas en mayo de 1993. Adicionalmente, en diciembre de 1993, un fiscal levantó cargos contra varios miembros del ejército. Un conflicto de jurisdicción se motivó entre los fueros militar y civil. La controversia se ventiló ante la Corte Suprema de la República la que, el 3 de febrero de 1994, decidió que no era capaz de determinar qué fuero debía aplicarse. Consecuentemente, la noche del 7 de febrero, el Congreso aprobó una ley según la cual la Corte Suprema podía decidir ese tipo de materias mediante la existencia de mayoría simple, en vez del voto unánime que se exigía. En un voto de tres a dos, la Sala Penal de la Corte Suprema decidió que el caso debía ventilarse bajo la jurisdicción militar.

El 21 de febrero de 1994, el Consejo Supremo de Justicia Militar sentenció a diez de los autores a sentencias de prisión entre 1 y 20 años.

Luego de la reelección de Alberto Fujimorien abril de 1995, en otra sesión nocturna del 14 de junio de 1995, el Congreso aprobó la Ley Nº 26749 conocida como la "Ley de Amnistía", que ordenaba la liberación de todos los oficiales policiales, soldados y civiles presos o acusados por crímenes civiles o militares durante la lucha antiterrorista. El 15 de julio, el Consejo Supremo de Justicia Militar ordenó la liberación de todos los individuos presos por la matanza de La Cantuta.

Derogación de la Ley de Amnistía

La Ley de Amnistía fue abrogada al final del gobierno de Fujimori en el 2000 y, el 21 de marzo del 2001, la Fiscal de la Nación, Nelly Calderón, presentó cargos contra Fujimori acusándolo de ser uno de los "coautores" de esta masacre y de la Masacre de Barrios Altos de 1991. Presentó evidencias de que Fujimori, actuando en conjunto con Vladimiro Montesinos, ejerció control sobre el Grupo Colina. Los cargos alegaban que el grupo no hubiera cometido crímenes de esa magnitud sin las órdenes expresas de Fujimori o sin su consentimiento, y que la formación y el funcionamiento del mismo fue parte de una política integral contrasubversiva que implicó sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos.

Juicio a Fujimori: Las víctimas no eran terroristas

Durante el juicio al expresidente Alberto Fujimori, la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia finalmente determinó que ninguno de los estudiantes, ni el profesor del caso La Cantuta, tenían vínculos con algún grupo subversivo. [1] Fujimori recibió el 7 de abril de 2009 una pena de 25 años de prisión efectiva, por considerarse estos asesinatos selectivos como delitos de lesa humanidad.

El día 02 de enero del 2010, la Primera Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema confirmó la sentencia de 25 años de prisión a Alberto Fujimori por los casos La Cantuta y Barrios Altos, y el secuestro de Gustavo Gorriti y Samuel Dyer.





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Juan Cristóbal (Lima, 1941), seudónimo de José Pardo del Arco, es licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se ha desempeñado como profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Martín de Porres. Fue profesor de Introducción a la Literatura y Literatura Peruana del Siglo XIX, en la Universidad Privada María Inmaculada. Es actualmente profesor en el Taller de Poesía del Instituto Cultural José Carlos Mariátegui. Ha publicado los poemarios Cantual (1963), Difícil olvidar (1975), El osario de los inocentes (1976), Estación de los Desamparados (1978), Horas de lucha (1980), La isla del tesoro –al alimón con Jorge Teillier– (1982), Celebraciones de un cazador (1994), Asaltos (1987), Vivir es duro (1988), Despedida del bribón (1988), Poblando los silencios (1996). El llanto/el fuego (1997), Palomas de fuego (1998), En las llamas del olvido (1999), Los rostros ebrios de la noche (1999), En los bosques de cervezas azules (antología poética personal 1971-1999) (2001). (leyendas) Para después de la muerte (2001), Memoria de lo infame (2002) y Las armas de la memoria (2002). Ha escrito también poesía para niños y jóvenes: Gidumot (1964), Desde la soledad de las colinas (1989) y Lecciones de Historia (1994). Asimismo, ha publicado prosa testimonial: Máximo Velando: el optimismo frente a la vida (1984). ¡Disciplina, compañeros! (1985), Maestra vida (1988), ¿Existe cultura obrera? (1991), La memoria es un arma (masacres andinas) (2002) y Uchuraccay o el rostro de la barbarie (2003). Cuenta también con las siguientes recopilaciones: Crítica marxista del APRA (1979), ¿Todos murieron? (1987), “Entre el fuego y la razón”, obra periodística de Jorge Mendívil (1988), Gabriel García Márquez y los medios de comunicación (1999) y García Márquez y el amor (1999). Asimismo, publicó el libro de cuentos Agüita ‘e coco (1998). Su obra ha merecido las siguientes distinciones: Premio Nacional de Poesía (1971), primer puesto en los Juegos Florales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1973), mención honrosa de poesía en el Concurso Casa de las Américas (Cuba, 1973), segundo puesto en el Concurso Poesía y Canto para El Salvador organizado por la Radio Venceremos (1981), mención honrosa en el Concurso de Cuento organizado por la Asociación Peruano-Japonesa con el libro Aguita’e coco y tercer puesto en la IX Bienal de Poesía “Premio Copé 1997”.
Contacto: juancristobal2001@yahoo.es











6 de julio de 2015

Abyssus abyssum invocat (David, XLI, 8)



Abyssus abyssum invocat (David, XLI, 8)

La patria gime la pérdida 
De su fresca democracia. 
Cuarentena de años 
De preciosa, relativa paz y

Abundancia de inventarios divergentes; 
De bienes necesarios 
Adquiridos in extenso,
“Paz y pan” de la exterminada patria. 

La desdicha plañidera se apodera de la gente, 
Borra la alegría de mi nación, acaso se resigna.
Gime el pobre, gime el rico 
Por la patria disgregada;  

Desunida en la vergüenza 
Por doctrinas nihilistas de la ex –URSS.
Trasunto de un socialismo fracasado 
Pervertido de utópicas doctrinas,

Corrompido. In crescendo hacia el
Abyssus abyssum invocat (David, XLI, 8).
Destrucción deliberada de un mercado de productos
Con valores manejables,

Garantía del sustento 
En que la Perrarina ahora, se incomoda 
Por desaparecer de aquella profusión exuberante,
Mal endilgo del consumo entre humanos.

Escasez que ahora desearía cubrir
La falta alimentaria de otros bienes.
Largueza de otros tiempos
De que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.




Eliéser Wilian Ojeda Montiel- Venezuela






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